martes, 8 de mayo de 2007

Enoóogo por un dia




Mendoza, Argentina. Ni rastro de Don Ramón, y no hablo de Valle Inclán. El alma de quien hablo posiblemente ande aún pululando por alguna isla de las Bahamas.

Una vez fui en Madrid a una cata de vinos con mi amigo Letroncio. Yo me lo pase en grande, probando vinos de diferentes tipos y todos buenisimos, por supuesto para mi paladar ignorante y poco exigente. Mi amigo se reía de mí porque me decia que tomaba vino como si estuviera en una tasca bebiendo una cerveza y que lo único que me faltaba era intentar ligar con la camarera, en aquel caso, la señorita encargada de servir las copas de vino, muy mona, por cierto. Vamos, poco menos que se avergonzaba de mis formas poco elitistas. Fue entonces cuando Letroncio me dio unas ligeras nociones de como aprender a catar vinos, de las que recuerdo poco o nada.

En Mendoza, una ciudad que arquitectonicamente merece poco la pena pero que se salva por las frodosas arboladas de sus calles y avenidas y por su animada vida callejera, hay una cosa que no se puede dejar de hacer: beber vino. Segun mi amigo Letroncio, casi el unico de mis amigos, junto con Alex (andra), que se puede decir que sabe algo de vinos, no son los mejores caldos del mundo, pero sí los mejores de Argentina.

Por eso me planté, recomendado por un americano, Dan, que conoci en el hostel, en una degustación de vinos y quesos que me costó 40 pesos, concretamente en un local llamado The vines of Mendoza. Asi comenzaba mi operación farsante. Menos mal que no habia que probar el vino y luego escupirlo, que por 40 pesos, 10 de nuestros euros, ya me habría dolido. Tenia que disimular y aparentar no ser un completo ignorante en cuanto a la enología se refiere.

Por eso empece a utilizar algunos trucos...

1. Meter la nariz casi hasta tocar con tus fosas nasales el liquido de la copa que tienes entre manos simulando que sabes apreciar su aroma, disfrutarlo.

2. Coger la copa por el cuello, nunca por el recipiente en sí, para evitar que el vino se caliente en exceso, especialmente el blanco y el dulce.

3. Zarandear la copa de vino con movimientos circulares e inclinarla para poder ver los anillos de colores y averiguar la edad del caldo. Menos mal que al entrar a la degustación te daban un papelito indicándote de qué año era cada vino.

Con estas pequeñas y falsas nociones fui sobreviviendo inventandome impresiones, interpretaciones que tenia que escribir en un papelito. 'Este es un vino afrutado con un ligero aroma a piña', 'Este otro es mas liviano, combina bien con este queso de cabra en aceite de oliva'. Mas bien creo que no dio el pego, pese a que lo complementé con ese tipo de expresiones neutras que puedes utilizar en cualquier conversacion sea del signo que sea como 'Que te voy a contar' o 'No me digas mas'.

Lo iba llevando bien hasta que pasé de la operación farsante a la operación tasca. Fue entonces cuando comence a hablar con la camarera, Gisela, menos guapa pero mucho mas simpática que DisneyGisela, y con Pedro, el otro camarero. Hablamos de todo... cine, España, Mendoza, etc... Afortunadamente, eso de hacerme tan amigo me hizo repetir varias veces cada vino y su consiguiente racion de queso. Entretanto habia conocido a dos argentinos muy simpáticos y despues me puse a hablar con un francés afincado en Estados Unidos, Frank, y un chileno, Dennis...

Al final terminamos cenando Frank y su esposa estadounidense, Trevor y la suya, también estadounidenses, Denis y yo. Fue una cena especialmente agradable con conversacioes intelectualoides. Por un momento crei estar en una película de Woody Allen en uno de esos restaurantes de postín, charlando en inglés sobre las profundidades de la vida y las celebridades del arte y el deporte. Trevor se parecia a Stanley Kubrick y Frank a Mark Whalberg, vamos que por un momento crei que se iba a liar a tiros e iba a ser el unico que quedara vivo. Esto era un spoiler solo para entendidos.

Mis últimos dias en Bariloche fueron solitarios durante el dia y acompañados durante la noche. Conoci a Adriana, una brasileña, a dos argentinos divorciados, Horacio y Juan, mas calientes que el palo de un churrero, a unas chicas chilenas muy majas y a Nacho y Santiago, cordobeses, de Argentina, a los que espero encontrar de nuevo cuando vaya a Córdoba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya que echas de menos mis comentarios, ahí va uno:

Te estás metiendo un viaje de puta madre y te envidio cada día. Más ahora que seguramente me quede sin vacaciones en junio, las tendré que cancelar.

¿Cuales son tus planes después de Buenos Aires? ¿Añoras la madre patria o estás mejor allá?

Después de varios días de lluvias y tiempo casi invernal, ha vuelto el verano con toda su fuerza. 30 grados hace por la tarde. Como ves no te estás perdiendo nada de la primavera porque pasamos del invierno al verano en tres días y no podemos disfrutar de ninguno con temperatura suave.

Chao