martes, 26 de junio de 2007

Santiago de Chile se despierta entre Montañas mientras Valparaíso aguarda


Chile. Desde el pie de los Andes. En la ciudad de Santiago. Frío. Las noches son gélidas pero ni punto de comparación con las noches a 4.000 metros de altura en Bolivia. Chile. Regreso a la civilización. Los chilenos. Los británicos de Suramérica. Incluso su libertador se llamaba O'Higgins. Chile. Primer país de Suramérica donde los coches se paran en los pasos de cebra e incluso te incitan a cruzar. Sorprendente después de tres meses intentando no ser atropellado o de ser abucheado por intentar cruzar.

Otra diferencia: en Argentina llaman colectivos a los autobuses. En Chile los colectivos son taxis compartidos que siguen una ruta concreta. Es como un autobùs pero donde sólo caben cuatro personas. Y más caro, por supuesto. Porque en Chile todo es más caro.

De cada cuatro palabras que pronuncia el chileno tres son las siguientes:

1. Huevón. Significa amigo, compañero o más españolizado: tío, colega, tronco, macho, illo, pisha, nen.... Todo el mundo es un huevón, no sólo los borrachos, vagos y delincuentes.

2. Huevada. Puede significar cualquier cosa o, literalmente, cosa. Traducido al madrileño castizo podría ser movida. "Huevón, esa huevada es una mierda".

3. Cachai. Ésta es la que más gracia me hace. Significa: "¿me entiendes? ¿me comprendes? ¿sabes?. "Huevón, esa huevada es una mierda, ¿cachai? Hay que huevear un poco ¿Cachai?"

La bebida nacional de Chile es el Pisco Sour, una especie de brandy chileno, aunque los peruanos también lo reclaman para ellos, mezclado con limón, azúcar y hielo picado. Una especie de Caipirinha a lo chileno. Pero la bebida más graciosa es el pis-cola, que por su nombre muchos ni la probarían.

La ruta chilena, más tranquilo por las carreteras, fue Arica, Iquique, Coquimbo, La Serena, Valparaíso, Viña del Mar y Santiago de Chile. Muchos kilómetros, muchas cosas en que pensar, mucha carretera y mucha gente con la que encontrarse. Es curioso como te encuentras en algún lugar de Suramérica a una persona que conociste en otro país a miles de kilómetros de distancia.

jueves, 14 de junio de 2007

Norte-Sur


Del mismo modo que todo musulmán debe visitar alguna vez en su vida La Meca, cada persona debería regresar al menos en una ocación al lugar donde nació. Yo nací en La Paz. Y aquí estoy, en una ciudad que poquito tiene que ver con su nombre porque se respira de todo menos paz. Y lo de respirar es literal porque caminando por la calle hay todo tipo de olores y poluciones que ingresar por las fosas nasales. Esta ciudad es un hormiguero entre montañas, un hormiguero sucio, feo, donde cada hormiga te mira como si fueras un bicho raro, o un turista al que sacar todo el dinero posible sea del modo que sea.

En cuanto al tema de los nombres de las ciudades, hay algunas que sólo por sus apelativos biensonantes merecen ser visitadas, casos como los de Cochabamba y Copacabana. No sé, alguien te dice: "Estoy en Cochabamba, joder cómo mola" y tú vas y te lo crees. Pues Cochabamba mola. Tiene el cristo redentor más alto del mundo, una buena vida nocturna y un clima caluroso que bien fue de agaradecer después del frío del altiplano. Eso sí, aunque huele más a pasta que el resto de Bolivia que he visitado hay que andarse con bien cuidado. Gilulio, uno de los italianos con los que estuve en Cochabamba, fue asaltado a mano armada en frente del hostel al volverse antes que el resto.

Copacabana también suena bien. Más bien suena a playa de Río de Janeiro, pero también es un lugar bohemio mucho más frío por la noche situado a orillas del Titicaca, que no es una menda de los 80 hecha mierda, sino uno de los lagos situados a más altura del mundo, 3800 metros. Titicaca también suena bien, o al menos, queda bien decir "tío, te mando saludos desde el lago Titicaca". Y la Isla del Sol, el lugar donde aparecieron los primeros incas, una isla sagrada.

En el mundo occidental el sur siempre es más pobre y el norte es más rico. Así sucede en España, en Europa y en el hemisferio norte con el hermisferio sur. Pero en el hemisferio sur las cosas son al revés. Tanto en Argentina como en Brasil el norte es pobre y el sur es más rico. Bien, pues en Bolivia es al revés del revés. El sur es pobre, muy pobre, tan pobre que no tiene carreteras asfaltadas para trayectos entre ciudades grandes. En el norte, aunque no están mucho mejor, hay ciudades como Cochabamba y Santa Cruz. Ojo, no he ido a Santa Cruz y eso que al parecer dicen que allí hay chicas bonitas.

Todas las misses bolivianas son cambas o santacruceñas y son odiadas por los colias o paceños. Quizá porque son más guapos. O porque tienen más plata. O porque allí hace buen tiempo todo el año y no el frío que se te mete por los huesos del altiplano.

Los bolvianos se manifiestan con banderas y recogen firmas para evitar el veto de la FIFA al fútbol en altura, en lugar de manifestarse porque asfalten las carreteras y eviten así el alto número de accidentes de autobús del país. Eso, cuando los conductores no van mamados.

Evo Morales ha promovido el aprendizaje y la permanencia de dos idiomas indígenas, el quechua y el aymara. El 21 de junio se produce en lugares como la Isla del Sol, Copacabana o Tihuanacu, le celebración del año nuevo Aymara. En fin, me lo voy a perder. Mañana paso a Chile y empiezo a bajar hasta Santiago.

jueves, 7 de junio de 2007

Evo, soluciónalo


La culpa de que Bolivia sea así supongo que la tenemos todos. O nuestros antepasados. O las empresas extranjeras que colonizan este país. Todos juntos. Y también ellos. Pero Bolivia está mal. Muy mal. Se ve la pobreza. Y eso que están aprendiendo a explotar sus recursos turísticos. En Uyuni hay más de 60 agencias que te llevan al Salar, pero pocas de ellas son fiables.

Y es que en Bolivia se hace todo al tuntún, sin seguridad. Y sin papel. Sí, sin papel. Hay dos normas que todo viajero debe llevar a rajatabla en este país.

Norma nº1. No dejar de llevar el papel higiénico en la mochila, pues en los hoteles, los hostales, los restaurantes, los bares, los baños públicos, el papel culo brilla por su ausencia. Bueno, en realidad no brilla, porque aquí nada brilla excepto el Salar. La suciedad está por doquier.

Norma nº2. Llevar siempre una botella de agua contigo. Agua del grifo caca. Y es eso, literalmente caca. Y no te quiero yo contar si te pilla sin papel.

El cruce de la frontera no fue tan caótico como me lo habían pintado. Villazón, feo. Muy feo. Muchos artículos a bajo precio. Y después, a jugarse la vida. Un autobús de cuando Franco hizo la mili rumbo a Tupiza. La carretera sin asfaltar. Las curvas de las peligrosas. Una familia entera transportando sacos de papas a un lado. Unos pollos al otro. Un niño durmiendo en el suelo. Un olor intenso, que se te incrusta en la nariz y no sale. Aromaterapia. Y una mano permanentemente agarrada al sillón con cada curva. Desde entonces sólo he cogido el tren. Hasta hoy, que, ya en el norte, con carreteras asfaltadas, ha sido todo mucho más fácil, incluido las ventas de diferentes medicamentos por diversas personas dentro del bus.

En Tupiza Carlos, el vasco, y yo hicimos sufrir nuestro trasero... Vale, vale... ya sé lo que estáis pensando, pero no. Montamos a caballo.

Y después Uyuni. Y el Salar. Espectacular, el mayor desierto de sal del mundo. En el tren de Tupiza a Uyuni me volví a encontrar con Lucio y Marina, excelentes compañeros de viaje. Y con Sandra y Bridget dos canadienses que se unieron a la excursión, un grupo que completaban Zig, alemán, y Bea, húngara.

Y tuvimos suerte porque hicimos la excursión y llegamos sanos y salvos, pese al frío a más de 4.000 metros de altura. Vimos géiseres y disfrutamos de la compañía de Doro, nuestro guía. Otros no corrieron la misma suerte. Se les pincharon las ruedas, se le paró el coche. Y todo, en medio del desierto sin cobertura telefónica. ¿Y si no llega nadie donde te quedas tirado?

No, no jugamos al fútbol. Hacía demasiado frío y sólo me hubiera puesto a jugar si el propio Evo Morales me hubiera invitado. Por lo visto no se le da mal. A ver si se le da mejor arreglar el sur de Bolivia. Y a ver si los demás le dejamos.

Hoy he llegado Cochabamba, donde está el cristo redentor más alto del mundo, junto con Julio, Mario (Italianos) y Carol (polaco). Por el camino nos hemos dejado a Luciana, una porteña, que ha puesto rumbo a La Paz.

Pues eso, Evo, arregla este desaguisado, que Bolivia tiene mucho que ofrecer y más simpatía debería dar.

viernes, 1 de junio de 2007

El norte rural (Where the streets have no name)




Como en la canción de U2 en los pueblos norteños de Jujuy las calles no tienen nombre. O si lo tienen no importa. Ni por supuesto los números. Apenas tienen luz y no están asfaltadas. Pero es poco o nada importante. Los habitantes son felices, aunque retraídos. Eso sí, es de agradecer que al paso por la mañana, cada persona que se cruza te saluda. Incluso te saluda el burro. Y mucho más el perro.

No lo había comentado antes, pero los perros en Argentina son especiales. Hay cientos de ellos por las calles, callejeros, sí, y necesitados de cariño. Por eso te acompañan. Es posible que vayas caminando por la calle y una ristra de perros te vaya acompañando durante minutos, incluso horas. Por lo general son mansos y mimosos.

En Jujuy capital me encontré solo en un hostel vacío. Afortunadamente había conocido a Ricardo en el colectivo (autobús) de Salta a Jujuy. Nos encontramos en otro hostel y allí conocimos a una piara de gente: dos suizos, un uruguayo, los argentinos del hostel... Una noche agradable en la que terminamos conociendo a más gente.


Pero el cuerpo me pedía lo rural. Comencé con Purmamarca, una pequeña localidad situada justo en la base del cerro de los siete colores. En mi paseo solitario, dudaba sobre si mi direción era la correcta y entré a preguntar en una casa. Dos familias tucumanas la habían alquilado para pasar el puente y me invitaron al asado que estaban preparando.

Fueron muy simpáticos conmigo. Comí buena carne y bebí coca-cola, con tan mala suerte que en mi coca-cola se coló una avispa, un bicho que luego se coló en mi boca y me clavó el aguijón en la lengua. ¿Conocéis a alguien a quien haya picado una avispa en la lengua? Ahora sí. Las dos familias tucumanas preocupadas por mi salud lingual. ¡Qué dolor!

Tilcara fue mi siguiente destino. Allí conocí a Jullien, Marie y Claire, unos franceses muy simpáticos con los que compartí mi estancia. Caminamos hasta unas cascadas, hicimos un asado a cero grados y disfrutamos de la tranquilidad y el folclore tilcareño.

Después, por la quebrada de Humauaca hasta el pueblo que da nombre a la misma. Allí conocí a Karina buscando el baúl de los recuerdos. Y después a Iruya, un pueblo al que se accede por una angosta y serpenteante carretera de tierra por las montañas que te pone los pelos de punta al tiempo que te hace disfrutar del paisaje. Es una sensación de miedo suavizada por la suave textura de un paisaje sobrecogedor.

En el autobús conocí a Ben y Maián, dos israelíes, y a Lucio y Marina, dos porteños. Juntos caminamos durante algo más de dos horas hacia San Isidro, un lugar mágico, un pueblo situado en la ladera de una colina donde no llegan los coches. El recorrido por la quebrada hacia allì fue espectacular. El trato con los lugareños, insuperable. El regreso entre las montañas a la luz de la luna, un lujo.

También conocí en el perdido Iruya a Carlos, un vasco, de Durango, Bilbo. Con él he cruzado la frontera hacia Bolivia.