martes, 26 de junio de 2007

Santiago de Chile se despierta entre Montañas mientras Valparaíso aguarda


Chile. Desde el pie de los Andes. En la ciudad de Santiago. Frío. Las noches son gélidas pero ni punto de comparación con las noches a 4.000 metros de altura en Bolivia. Chile. Regreso a la civilización. Los chilenos. Los británicos de Suramérica. Incluso su libertador se llamaba O'Higgins. Chile. Primer país de Suramérica donde los coches se paran en los pasos de cebra e incluso te incitan a cruzar. Sorprendente después de tres meses intentando no ser atropellado o de ser abucheado por intentar cruzar.

Otra diferencia: en Argentina llaman colectivos a los autobuses. En Chile los colectivos son taxis compartidos que siguen una ruta concreta. Es como un autobùs pero donde sólo caben cuatro personas. Y más caro, por supuesto. Porque en Chile todo es más caro.

De cada cuatro palabras que pronuncia el chileno tres son las siguientes:

1. Huevón. Significa amigo, compañero o más españolizado: tío, colega, tronco, macho, illo, pisha, nen.... Todo el mundo es un huevón, no sólo los borrachos, vagos y delincuentes.

2. Huevada. Puede significar cualquier cosa o, literalmente, cosa. Traducido al madrileño castizo podría ser movida. "Huevón, esa huevada es una mierda".

3. Cachai. Ésta es la que más gracia me hace. Significa: "¿me entiendes? ¿me comprendes? ¿sabes?. "Huevón, esa huevada es una mierda, ¿cachai? Hay que huevear un poco ¿Cachai?"

La bebida nacional de Chile es el Pisco Sour, una especie de brandy chileno, aunque los peruanos también lo reclaman para ellos, mezclado con limón, azúcar y hielo picado. Una especie de Caipirinha a lo chileno. Pero la bebida más graciosa es el pis-cola, que por su nombre muchos ni la probarían.

La ruta chilena, más tranquilo por las carreteras, fue Arica, Iquique, Coquimbo, La Serena, Valparaíso, Viña del Mar y Santiago de Chile. Muchos kilómetros, muchas cosas en que pensar, mucha carretera y mucha gente con la que encontrarse. Es curioso como te encuentras en algún lugar de Suramérica a una persona que conociste en otro país a miles de kilómetros de distancia.

jueves, 14 de junio de 2007

Norte-Sur


Del mismo modo que todo musulmán debe visitar alguna vez en su vida La Meca, cada persona debería regresar al menos en una ocación al lugar donde nació. Yo nací en La Paz. Y aquí estoy, en una ciudad que poquito tiene que ver con su nombre porque se respira de todo menos paz. Y lo de respirar es literal porque caminando por la calle hay todo tipo de olores y poluciones que ingresar por las fosas nasales. Esta ciudad es un hormiguero entre montañas, un hormiguero sucio, feo, donde cada hormiga te mira como si fueras un bicho raro, o un turista al que sacar todo el dinero posible sea del modo que sea.

En cuanto al tema de los nombres de las ciudades, hay algunas que sólo por sus apelativos biensonantes merecen ser visitadas, casos como los de Cochabamba y Copacabana. No sé, alguien te dice: "Estoy en Cochabamba, joder cómo mola" y tú vas y te lo crees. Pues Cochabamba mola. Tiene el cristo redentor más alto del mundo, una buena vida nocturna y un clima caluroso que bien fue de agaradecer después del frío del altiplano. Eso sí, aunque huele más a pasta que el resto de Bolivia que he visitado hay que andarse con bien cuidado. Gilulio, uno de los italianos con los que estuve en Cochabamba, fue asaltado a mano armada en frente del hostel al volverse antes que el resto.

Copacabana también suena bien. Más bien suena a playa de Río de Janeiro, pero también es un lugar bohemio mucho más frío por la noche situado a orillas del Titicaca, que no es una menda de los 80 hecha mierda, sino uno de los lagos situados a más altura del mundo, 3800 metros. Titicaca también suena bien, o al menos, queda bien decir "tío, te mando saludos desde el lago Titicaca". Y la Isla del Sol, el lugar donde aparecieron los primeros incas, una isla sagrada.

En el mundo occidental el sur siempre es más pobre y el norte es más rico. Así sucede en España, en Europa y en el hemisferio norte con el hermisferio sur. Pero en el hemisferio sur las cosas son al revés. Tanto en Argentina como en Brasil el norte es pobre y el sur es más rico. Bien, pues en Bolivia es al revés del revés. El sur es pobre, muy pobre, tan pobre que no tiene carreteras asfaltadas para trayectos entre ciudades grandes. En el norte, aunque no están mucho mejor, hay ciudades como Cochabamba y Santa Cruz. Ojo, no he ido a Santa Cruz y eso que al parecer dicen que allí hay chicas bonitas.

Todas las misses bolivianas son cambas o santacruceñas y son odiadas por los colias o paceños. Quizá porque son más guapos. O porque tienen más plata. O porque allí hace buen tiempo todo el año y no el frío que se te mete por los huesos del altiplano.

Los bolvianos se manifiestan con banderas y recogen firmas para evitar el veto de la FIFA al fútbol en altura, en lugar de manifestarse porque asfalten las carreteras y eviten así el alto número de accidentes de autobús del país. Eso, cuando los conductores no van mamados.

Evo Morales ha promovido el aprendizaje y la permanencia de dos idiomas indígenas, el quechua y el aymara. El 21 de junio se produce en lugares como la Isla del Sol, Copacabana o Tihuanacu, le celebración del año nuevo Aymara. En fin, me lo voy a perder. Mañana paso a Chile y empiezo a bajar hasta Santiago.

jueves, 7 de junio de 2007

Evo, soluciónalo


La culpa de que Bolivia sea así supongo que la tenemos todos. O nuestros antepasados. O las empresas extranjeras que colonizan este país. Todos juntos. Y también ellos. Pero Bolivia está mal. Muy mal. Se ve la pobreza. Y eso que están aprendiendo a explotar sus recursos turísticos. En Uyuni hay más de 60 agencias que te llevan al Salar, pero pocas de ellas son fiables.

Y es que en Bolivia se hace todo al tuntún, sin seguridad. Y sin papel. Sí, sin papel. Hay dos normas que todo viajero debe llevar a rajatabla en este país.

Norma nº1. No dejar de llevar el papel higiénico en la mochila, pues en los hoteles, los hostales, los restaurantes, los bares, los baños públicos, el papel culo brilla por su ausencia. Bueno, en realidad no brilla, porque aquí nada brilla excepto el Salar. La suciedad está por doquier.

Norma nº2. Llevar siempre una botella de agua contigo. Agua del grifo caca. Y es eso, literalmente caca. Y no te quiero yo contar si te pilla sin papel.

El cruce de la frontera no fue tan caótico como me lo habían pintado. Villazón, feo. Muy feo. Muchos artículos a bajo precio. Y después, a jugarse la vida. Un autobús de cuando Franco hizo la mili rumbo a Tupiza. La carretera sin asfaltar. Las curvas de las peligrosas. Una familia entera transportando sacos de papas a un lado. Unos pollos al otro. Un niño durmiendo en el suelo. Un olor intenso, que se te incrusta en la nariz y no sale. Aromaterapia. Y una mano permanentemente agarrada al sillón con cada curva. Desde entonces sólo he cogido el tren. Hasta hoy, que, ya en el norte, con carreteras asfaltadas, ha sido todo mucho más fácil, incluido las ventas de diferentes medicamentos por diversas personas dentro del bus.

En Tupiza Carlos, el vasco, y yo hicimos sufrir nuestro trasero... Vale, vale... ya sé lo que estáis pensando, pero no. Montamos a caballo.

Y después Uyuni. Y el Salar. Espectacular, el mayor desierto de sal del mundo. En el tren de Tupiza a Uyuni me volví a encontrar con Lucio y Marina, excelentes compañeros de viaje. Y con Sandra y Bridget dos canadienses que se unieron a la excursión, un grupo que completaban Zig, alemán, y Bea, húngara.

Y tuvimos suerte porque hicimos la excursión y llegamos sanos y salvos, pese al frío a más de 4.000 metros de altura. Vimos géiseres y disfrutamos de la compañía de Doro, nuestro guía. Otros no corrieron la misma suerte. Se les pincharon las ruedas, se le paró el coche. Y todo, en medio del desierto sin cobertura telefónica. ¿Y si no llega nadie donde te quedas tirado?

No, no jugamos al fútbol. Hacía demasiado frío y sólo me hubiera puesto a jugar si el propio Evo Morales me hubiera invitado. Por lo visto no se le da mal. A ver si se le da mejor arreglar el sur de Bolivia. Y a ver si los demás le dejamos.

Hoy he llegado Cochabamba, donde está el cristo redentor más alto del mundo, junto con Julio, Mario (Italianos) y Carol (polaco). Por el camino nos hemos dejado a Luciana, una porteña, que ha puesto rumbo a La Paz.

Pues eso, Evo, arregla este desaguisado, que Bolivia tiene mucho que ofrecer y más simpatía debería dar.

viernes, 1 de junio de 2007

El norte rural (Where the streets have no name)




Como en la canción de U2 en los pueblos norteños de Jujuy las calles no tienen nombre. O si lo tienen no importa. Ni por supuesto los números. Apenas tienen luz y no están asfaltadas. Pero es poco o nada importante. Los habitantes son felices, aunque retraídos. Eso sí, es de agradecer que al paso por la mañana, cada persona que se cruza te saluda. Incluso te saluda el burro. Y mucho más el perro.

No lo había comentado antes, pero los perros en Argentina son especiales. Hay cientos de ellos por las calles, callejeros, sí, y necesitados de cariño. Por eso te acompañan. Es posible que vayas caminando por la calle y una ristra de perros te vaya acompañando durante minutos, incluso horas. Por lo general son mansos y mimosos.

En Jujuy capital me encontré solo en un hostel vacío. Afortunadamente había conocido a Ricardo en el colectivo (autobús) de Salta a Jujuy. Nos encontramos en otro hostel y allí conocimos a una piara de gente: dos suizos, un uruguayo, los argentinos del hostel... Una noche agradable en la que terminamos conociendo a más gente.


Pero el cuerpo me pedía lo rural. Comencé con Purmamarca, una pequeña localidad situada justo en la base del cerro de los siete colores. En mi paseo solitario, dudaba sobre si mi direción era la correcta y entré a preguntar en una casa. Dos familias tucumanas la habían alquilado para pasar el puente y me invitaron al asado que estaban preparando.

Fueron muy simpáticos conmigo. Comí buena carne y bebí coca-cola, con tan mala suerte que en mi coca-cola se coló una avispa, un bicho que luego se coló en mi boca y me clavó el aguijón en la lengua. ¿Conocéis a alguien a quien haya picado una avispa en la lengua? Ahora sí. Las dos familias tucumanas preocupadas por mi salud lingual. ¡Qué dolor!

Tilcara fue mi siguiente destino. Allí conocí a Jullien, Marie y Claire, unos franceses muy simpáticos con los que compartí mi estancia. Caminamos hasta unas cascadas, hicimos un asado a cero grados y disfrutamos de la tranquilidad y el folclore tilcareño.

Después, por la quebrada de Humauaca hasta el pueblo que da nombre a la misma. Allí conocí a Karina buscando el baúl de los recuerdos. Y después a Iruya, un pueblo al que se accede por una angosta y serpenteante carretera de tierra por las montañas que te pone los pelos de punta al tiempo que te hace disfrutar del paisaje. Es una sensación de miedo suavizada por la suave textura de un paisaje sobrecogedor.

En el autobús conocí a Ben y Maián, dos israelíes, y a Lucio y Marina, dos porteños. Juntos caminamos durante algo más de dos horas hacia San Isidro, un lugar mágico, un pueblo situado en la ladera de una colina donde no llegan los coches. El recorrido por la quebrada hacia allì fue espectacular. El trato con los lugareños, insuperable. El regreso entre las montañas a la luz de la luna, un lujo.

También conocí en el perdido Iruya a Carlos, un vasco, de Durango, Bilbo. Con él he cruzado la frontera hacia Bolivia.

viernes, 25 de mayo de 2007

Y Salta



Y yo no puedo saltar porque me he torcido un tobillo caminando un poco por el monte. El ejercicio no me quiere. No me llevé la Alta Gracia aunque sí estuve allí. Y conocí a los Jorges, dos salmantinos que amablemente se ofrecieron a enviarme las fotos que allí nos hicimos. Un poquito de la casa del ché por aquí, otra pizca de la estancia jesuítica por allá. En fin, un día agradable.

Y después me vine a Salta, "la linda". Esto último es su mote y bien que lo vale. Por ahora de las ciudades más bonitas de Argentina, tranquila y agitada a la vez. Hoy re-tranquila puesto que es el día nacional del país. 25 de mayo, día de la Revolución de Argentina.

En Salta todo huele y se ve más a indígena: los rostros, la ropa, la artesanía. Hasta el acento suena más boliviano. Y a medida que vaya hacia el norte, más. Tiene una bonita y alegre plaza, muy verde y muy colonial ella. Y un cerro desde el que se observa toda la ciudad.

Aquí me volví a encontrar con Mali, la chica catalana que Diego y yo conocimos en Tigre, en Buenos Aires. Con ella me fui de excursión a Cafayate y a Cachi. ¡¡¡Excelente!!! Los paisajes de la quebrada de Cafayate son similares a los del Gran Cañón del Colorado. O eso dicen, porque yo no he estado allí. Mali también me enviará las fotos.

En las excursiones conocimos a Roberto, un argentino hijo de castellanos de 80 años que anda viajando solo por el norte de Argentina. Eso demuestra que no hay edad para viajar y que aún nos queda mucho por recorrer, tanto por conocer, y tiempo para ello. Otro caso fue el de un alemán que conocimos en la excursión a Cachi: 70 tacos. También conocimos a Diana, una chica asturiana que está recorriendo Argentina por su cuenta.

Por casualidad volví a encontrarme con Maximiliano, el chico argentino que conocí en Córdoba. Tuvimos agradables conversaciones mientras comíamos comida salteña y esta noche nos encontraremos para ir a las peñas, lugares donde se agrupan los salteños a bailar folklore autóctono. También me he encontrado con Jhonas, un danés que también conocí en Córdoba. Las cosas que tienen las rutas viajeras.

A destacar del hostel Dyron, un inglés mitad indio mitad portugués muy agradable. Rezuma tranquilidad y es bueno aprender de él en muchas cosas.

Hoy me he comprado un libro para los momentos de soledad. Y es que parece que no aprendo. Perdí Rayuela en Santiago de Chile y me robaron Las armas secretas con la mochila, ambos de Cortázar. El elegido ha sido "Puro Fútbol", una reecopilación de cuentos de Roberto Fontanarrosa relacionados con ese deporte y fuertemente recomendada por mi amigo Miguel. Una demostración de que fútbol, literatura e intelectualidad no están reñidos.

Saludos salteños.

sábado, 19 de mayo de 2007

En busca de las raíces


Aunque, bueno, eso es un decir... Ahora, sito en Córdoba, la argentina, no la española, la secuela, por decirlo de alguna manera. Y como en todas las secuelas siempre fueron mejores las primeras partes. Aún así, como se suele decir en el argot guionístico, tiene cositas. Algunas calles coloniales, la marcha, la gente es más simpática que en Buenos Aires, a mi humilde entender.

Aquí me he sentido plenamente integrado en la cultura argentina. Y es que aqui es la primera vez que he estado en una fiesta en una casa completamente llena de argentinos en la cual, por lo raro, era el centro de atención. Todo gracias a la hospitalidad de Nacho y Santiago, los cordobeses que conocí en Bariloche.

A destacar también La Falda. Y no me refiero a los estrechos cinturones de algunas cordobesas, que no los hay tanto como en España, sino a una localidad situada en las Sierras Centrales de Córdoba, donde antiguamente se concentraba la alta burguesía argentina y europea en un hotel de lujo llamado Eden Hotel, hoy decadente y completamente derruido por los saqueos. En este hotel se alojo Einstein, Rubén Darío y hasta el Che Guevara en su niñez... Si es que estos progres...

Mañana tengo intención de acudir a Alta Gracia, una localidad al sur de Córdoba capital en la que hay una estancia jesuítica y en la que también residió el Ché. Como no podía ser de otra manera con su imagen explotada, también hay un museo del revolucionario.

Alta gracia la que me hizo que me robaran mi mochila auxiliar en la estación de autobuses de Buenos Aires. En Retiro. Allí me hicieron el truco del almendruco al más puro estilo de "Nueve Reinas", del desaparecido Fabián Bielinsky, o, para hacer un poco de patria, de "Los Tramposos", de Pedro Lazaga.

Yo, inocente, demasiado confiado, don despiste, andaba leyendo un libro y un hombre vino a preguntarme no sé qué. Ni siquiera le entendí. Fueron sólo 20 segundos los que descuidé la vista de la mochila. Bien, pues desapareció. El compinche de la persona que no vocalizaba me la birló. Afortunadamente no llevaba el pasaporte ni el billete de avión. Pero sí el cargador de la cámara digital, cargador que no he logrado encontrar por más que he buscado en esta ciudad, por lo que a partir de este momentos los documentos gráficos de este blog brillarán más por su ausencia que por su presencia. El resto de lo que había en el interior de la cámara es fácilmente reemplazable.

Para colmo, al día siguiente, al llegar a Córdoba, un cajero se tragó mi tarjeta de crédito. Fueron horas de pánico en los que no sabía si también me la habían robado. Afortunadamente la recuperé. Si es que lo que no me pase...

Quiero también destacar haber conocido a Maximiliano, un gigante argentino afincado en Suiza, con el que viajé a La Falda. Y A Rodrigo, un brasileño de Brasilia. Y a Kirsten y Els, holandesa y belga. Y más guiris. Que ya estoy harto de tantos.

martes, 15 de mayo de 2007

Dale, Boca



"Vayas donde vayas voy a ir. Vos sos la razón de mi existir. Te llevamos en el corazón. Boca, yo te quiero ver campeón. Yo soy así. De Boca soy,de la cabeza siempre voy,vos sos así de River Plate, el que no para de correr". La Doce, Barra Brava de Boca Juniors.

Una experiencia inolvidable ver un partido al lado de la Doce en la Bombonera. No fue el mejor partido de la historia. Ni vimos el mejor gol. Ni siquiera al mejor Riquelme. Boca no ganó y el rival fue lo de menos. Hacía frío, pero la Doce daba calor. Una canción sin pausa durante todo el partido. Una. Y otra. Y otra más. "Argentina. Argentina. ¡Somos argentinos, pero no somos gallinas!". Para entendernos, los gallinas son los de River, los de River Plate, el gran rival. A efectos un... "Es polaco el que no vote" o un "Indios y culés la misma mierda es", pero con más clase.

Y estuve con el Diego. Estaba allí. A mi lado. Cantando y gritando como el que más. (Bueno, esto quizás es una exageración). No se apellida Maradona sino Sotelo. Es bajito, como el pelusa, pero creo que no la toca igual de bien ni sus tiros son similares. Tiros con todas las acepciones.

Lo que más disfruté fue pagar 15 pesos por un partido que en el hostel ofrecían por 150. Y fueron muchos los que fueron. Pobres. O ricos.

Hoy digo Bye Bye a Buenos Aires después de vivir una semana de crápula. Buenos Aires tiene dos caras. La diurna, la frenética, la del tráfico y el estrés, la de la aglomeración de gente, la comercial, incluso la cultural. Y la otra cara es la que en vez de Buenos Aires, debería denominarse Buenos Bares. Boliches abiertos hasta las 8 de la mañana. Cienes y cienes de gentes en los locales nocturnos. Uno a destacar: Niceto, en la zona de Palermo. Una chica argentina afirmó que Maradona ha sido, es, y será por los siglos de los siglos el mejor jugador de la historia.

Mucha más gente ha pasado por mi vida. Federico, un italiano. Martin, Jhonas y Jasper, suecos, el último de ellos futuro aspirante a tabique de platino y ciclista por Suramérica. Johnny, de Israel, un personaje. Jim, australiano de Sidney. Y más.

Me hice amigo de El Diego y me fui con él al Delta del Tigre. Allí conocimos a Manuela, una simpática chica de Barcelona con la que pasamos todo el día y parte de la noche. Fue agradable.

martes, 8 de mayo de 2007

Enoóogo por un dia




Mendoza, Argentina. Ni rastro de Don Ramón, y no hablo de Valle Inclán. El alma de quien hablo posiblemente ande aún pululando por alguna isla de las Bahamas.

Una vez fui en Madrid a una cata de vinos con mi amigo Letroncio. Yo me lo pase en grande, probando vinos de diferentes tipos y todos buenisimos, por supuesto para mi paladar ignorante y poco exigente. Mi amigo se reía de mí porque me decia que tomaba vino como si estuviera en una tasca bebiendo una cerveza y que lo único que me faltaba era intentar ligar con la camarera, en aquel caso, la señorita encargada de servir las copas de vino, muy mona, por cierto. Vamos, poco menos que se avergonzaba de mis formas poco elitistas. Fue entonces cuando Letroncio me dio unas ligeras nociones de como aprender a catar vinos, de las que recuerdo poco o nada.

En Mendoza, una ciudad que arquitectonicamente merece poco la pena pero que se salva por las frodosas arboladas de sus calles y avenidas y por su animada vida callejera, hay una cosa que no se puede dejar de hacer: beber vino. Segun mi amigo Letroncio, casi el unico de mis amigos, junto con Alex (andra), que se puede decir que sabe algo de vinos, no son los mejores caldos del mundo, pero sí los mejores de Argentina.

Por eso me planté, recomendado por un americano, Dan, que conoci en el hostel, en una degustación de vinos y quesos que me costó 40 pesos, concretamente en un local llamado The vines of Mendoza. Asi comenzaba mi operación farsante. Menos mal que no habia que probar el vino y luego escupirlo, que por 40 pesos, 10 de nuestros euros, ya me habría dolido. Tenia que disimular y aparentar no ser un completo ignorante en cuanto a la enología se refiere.

Por eso empece a utilizar algunos trucos...

1. Meter la nariz casi hasta tocar con tus fosas nasales el liquido de la copa que tienes entre manos simulando que sabes apreciar su aroma, disfrutarlo.

2. Coger la copa por el cuello, nunca por el recipiente en sí, para evitar que el vino se caliente en exceso, especialmente el blanco y el dulce.

3. Zarandear la copa de vino con movimientos circulares e inclinarla para poder ver los anillos de colores y averiguar la edad del caldo. Menos mal que al entrar a la degustación te daban un papelito indicándote de qué año era cada vino.

Con estas pequeñas y falsas nociones fui sobreviviendo inventandome impresiones, interpretaciones que tenia que escribir en un papelito. 'Este es un vino afrutado con un ligero aroma a piña', 'Este otro es mas liviano, combina bien con este queso de cabra en aceite de oliva'. Mas bien creo que no dio el pego, pese a que lo complementé con ese tipo de expresiones neutras que puedes utilizar en cualquier conversacion sea del signo que sea como 'Que te voy a contar' o 'No me digas mas'.

Lo iba llevando bien hasta que pasé de la operación farsante a la operación tasca. Fue entonces cuando comence a hablar con la camarera, Gisela, menos guapa pero mucho mas simpática que DisneyGisela, y con Pedro, el otro camarero. Hablamos de todo... cine, España, Mendoza, etc... Afortunadamente, eso de hacerme tan amigo me hizo repetir varias veces cada vino y su consiguiente racion de queso. Entretanto habia conocido a dos argentinos muy simpáticos y despues me puse a hablar con un francés afincado en Estados Unidos, Frank, y un chileno, Dennis...

Al final terminamos cenando Frank y su esposa estadounidense, Trevor y la suya, también estadounidenses, Denis y yo. Fue una cena especialmente agradable con conversacioes intelectualoides. Por un momento crei estar en una película de Woody Allen en uno de esos restaurantes de postín, charlando en inglés sobre las profundidades de la vida y las celebridades del arte y el deporte. Trevor se parecia a Stanley Kubrick y Frank a Mark Whalberg, vamos que por un momento crei que se iba a liar a tiros e iba a ser el unico que quedara vivo. Esto era un spoiler solo para entendidos.

Mis últimos dias en Bariloche fueron solitarios durante el dia y acompañados durante la noche. Conoci a Adriana, una brasileña, a dos argentinos divorciados, Horacio y Juan, mas calientes que el palo de un churrero, a unas chicas chilenas muy majas y a Nacho y Santiago, cordobeses, de Argentina, a los que espero encontrar de nuevo cuando vaya a Córdoba.

viernes, 4 de mayo de 2007

Loche-Bariloche




Suiza, digo, Bariloche. 4 de mayo de 2007. Día 30 de viaje. Un mes. Un servidor se encuentra en Bariloche tras llevar a cabo la ruta de los siete lagos. A esta región la llaman la Suiza de Argentina. ¿Por qué? Supongo que porque se parece a Suiza aunque uno nunca haya estado en ese país. Iré cuando bajen los precios. Creo que tiene que ver con la orografía lacustre, con el chocolate, el de comer, que aquí es famoso, y con que una colonia suiza se instaló aquí. Supongo que ellos sabían lo que hacían si buscaban algo similar a su patria. Se nota en la arquitectura alpina, que digo yo que será alpina porque yo tampoco he estado nunca en los Alpes.

Los cuatro jinetes de la poca leche alquilamos un auto, como le llaman aquí, y en una odisea lluviosa nos fuimos a recorrer la ruta por carreteras de ripio, perdón, tierra, encharcadas, embarradas. Las nubes que rozaban la superficie del agua de los lagos proporcionaban a los escenarios un halo misterioso, una quietud inquietante, un puede que de pronto salga el monstruo del lago X y me coma. Viajamos por esos caminos del diablo, por el valle encantado, donde las formas de los riscos proporcioban a la travesía un tinte todavía más fantasmagórico si cabe. Por si fuera poco, se cayó la matícula del coche. Medio la remendé cuando lo entregué a la casa de alquiler y dio el pego.

Ha llegado el fin de mi deambular con Dustin, Charlie y Anouschka. Nos hemos separado. En fin, todas las relaciones se terminan. Buscabamos destinos diferentes. Aunque puede que la vida o este viaje nos vuelvan a unir en el futuro. Vistas las cosas que ocurren en el mundo...

Y ahora voy a hablar de los que ya no están. Os voy a contar un poquito cómo eran (o son) cada uno de mis compañeros de viaje. Un grupo un tanto heterogéneo que quizá en otras circunstancias no se habría formado.

Dustin, norteamericano (diciéndolo con más propiedad debería escribir estadounidense), 27 años (los cumplió en un viaje de 17 horas de Ushuaia a Puerto Natales), ascendencia húngara. Dustin conoció a Charlie hace tres años en Japón cuando ambos estaban aprendiendo japonés. Aficiones: el surf, el snowboard y todo lo relacionado con los deportes acuáticos. No aficiones: la lectura. Presume de no haberse leído nunca un libro desde la primera página hasta la última. En Palm Beach, Florida, se dedicaba a vender productos farmacéuticos, pero no acababa de sentirse muy a gusto consigo mismo porque, según él, no era del todo legal. Obsesionnes: las matrículas de los coches. De hecho, esa obsesión le costó una noche en la comisaría de Ushuaia. Según él, roba una matrícula de cada país que visitó. Al final, la de Argentina se la tuvo que comprar en un taller en El Calafate.

Charlie, el holandés que no parece holandés, 24 años. Los holandeses son altísimos. Charlie es bajito. Los holandeses suelen ser rubios de ojos claros. Charlie es amarillo de ojos achinados, rasgos asiáticos por todos lados. Su madre es mitad indonesia-mitad holandesa y su padre es mitad chino-mitad inglés, aunque nació en Calcuta. Resultado: Charlie, un ser nervioso, veleta, estresado y estresante. Su padre debe ser millonario porque, pese a no haber trabajado nunca, ya ha estado viajando por Asia (Camboya, Vietnam, Laos, Japón, China, Indonesia, Tailandia) durante un año y ahora le quedan cinco meses por delante en Latinoamérica, además de Europa.

Anouschka, londinense de nombre ruso y familia egipcia. 27 años. Se unió al grupo tras la travesía del Navimag. Es tranquila, sosegada (I don´t wanna rush). Está inmersa en un viaje de un año por Suramérica en que trata de aprender español. Lo malo es que todo el mundo le habla en inglés.

Charlie y Dustin se han marchado a Buenos Aires. Anouschka se ha ido a El Bolsón. Yo me he quedado en Bariloche buscando un poco de tranquilidad este findesemana. I don´t wanna rush. Por lo menos estos dos días. El domingo marcho en un viaje de 19 horas rumbo a Mendoza.

Ayer salí a tomar unas cervezas con un alemán y un israelí. Los padres del alemán tienen una casa cerca de Xeraco. Los del israelí... No los conoce. Nació en Francia y estuvo en una casa de acogida hasta que una familia judía lo adoptó (No vale hacer chistes sobre judíos). Tiene otros dos hermanos adoptados. Uno de brasil y otra de Colombia. Está viajando tras cinco años de servicio militar obligatorio. Pese a todo, dice que Israel es el mejor país para vivir.

Hoy estoy solo. Después... no lo sé.

martes, 1 de mayo de 2007

Navimag-Big Brother



Puerto Natales-Puerto Montt. Entre medias, una larga travesía entre los fiordos chilenos, los canales patagónicos australes y una salida al océanos que hizo hablar con Juan (talking to Earl) al 50% de la tripulación. Afortunadamente me tomé mi pastillita. Días y noches de lluvia. Ochenta personas comparten espacio en el buque de carga Navimag con vacas, ovejas y todo tipo de ganadería. El centro de reunión es un salón en el que todos los pasajeros se acumulan intentando protegerse de la lluvia. El tiempo sólo nos da un día de tregua, el último. Y fue magnífico.

Todo se cubre de un tinte intenso. ¿A qué os suena esto? Ochenta personas encerradas cuatro días en un barco. Imaginad que en los camarotes, en el salón, en la cubierta, en la zona de las vacas y las ovejas, incluso en los baños, hay cámaras. Es como un gran hermano gigante. Y realmente fue así. Cada tres horas nominábamos a tres personas en un confesionario. Un ente supuerior compuesto de masa popular, o eso nos decían, decidían quién era el desafortunado. Entre todos lo tirábamos a la congeladas aguas de los canales (o del océano Pacífico). Así uno tras otro. Sólo cuatro se salvaban. ¿Quiénes? ¿Los cuatro jinetes del Apocalipsis? Los cuatro, qué gran número (son cuatro las estaciones, cuatro los palos de la baraja, cuatro los equipos que juegan la Final Four y cuatro los viajeros de este cuadrado): Dustin, Charlie, Anouchka y Modigliani.

De regalo nos dieron un brownie.

En serio, estuvo muy bien. Amparo y yo éramos casi los únicos hispanoparlantes. Nombres para recordar: Garreth, Sam, Rob, David, etc. Países presentes: Chile, Inglaterra, Estados Unidos, Escocia, Gales, Canadá, Nueva Zelanda, Holanda, Dinamarca y, por supuesto, España. Vimos ballenas y comimos demasiado.
Hoy los cuatro jinetes se encuentran de nuevo en Argentina, en Bariloche, dispuestos a experimentar otro número mítico, el 7, la región de los Siete Lagos.

jueves, 26 de abril de 2007

El Perito Moreno



Que no se trata de un pekinés negro sino de un glaciar espectacular. Camina sobre él con crampones ha sido una de las experiencias más extrañas y excitantes de mi vida. Ver como cambian las tonalidades del color blanco de su nieve compactada, observar sus grietas, escuchar el sonido de los pedazos de hielo al desprenderse (la foto no es indicativa, hay que escucharlo) , disfrutar de un whisky on the rocks (con hielo del mismo glaciar) al terminar la caminata, conocer a Mónica y Christine, dos chicas muy majas (española y norteamericana), que estaban experimentando las mismas sensaciones que yo, a Matías y María, los encargados del hostel América del Sur, el mejor y más organizado en el que he estado hasta ahora, a Marcus, un austriaco de 19 años que quiere ser pastor de la iglesia evangélica y está viajando por Suramérica antes de decidirse (si es que hay cada personaje...)

Hoy, de vuelta en Puerto Natales, (qué pueblo más feo para haber llegado a él ya tres veces), me dispongo a viajar en un barco de carga por los fiordos chilenos durante unos días. Vamos camino del lugar del terremoto. Pero ya sería mala suerte que hubiera dos terremotos en menos de una semana, ¿no?

Hoy he sido escueto.

martes, 24 de abril de 2007

¿Senderista profesional?



Puerto Natales. Seis y media de la mañana. Uno se despierta tras unas cortas horas de sueño dispuesto a pegarse cinco dias de caminata por el Parque Nacional Torres del Paine, el que dicen es el mejor parque nacional de Suramérica. El día parece despejado tras dos dias de lluvia incesante. Carretera de ripio rumbo a las torres y uno pega cabezazos contra la ventana al son del movimiento del microbus intentando robarle unos minutos más al día. Por fin abre los ojos. Hace frio, pero el sol brilla arriba. Y, majestuosas, las Torres del Paine, a lo lejos. Hemos tenido suerte. En esta época lo más probable es que no puedas verlas a causa de la niebla, de la lluvia o de la nieve. Aquí os las muestro.

Primer día de caminata y yo, que he acampado dos veces en mi vida, con mochila a la espalda, tienda de campaña, sacos de dormir y esterilla incorporados más comida para cinco dias. 15 kilómetros por delante para ver un glaciar, rompepiernas, arriba, abajo, llano, ahora un riachuelo, ahora hay casi que escalar, después hay que contener las rodillas para no caerte, por aqui resbala, por allí metes la bota en un charco. Duro. Pero llegamos. Montamos la tienda, una para mí solo. Un poquito de chill out con algunos ingleses, americanos y canadienses. Soy el único que habla español de los que caminan por el parque. Dormimos. Se soporta al frio, que solo se empìeza a notar al comienzo de la mañana. Efectivamente, está lloviendo.

Segundo día de caminata bajo la lluvia. Más duro. La mochila pesa más. Mis problemas de espalda reaparecen. Dustin y Charlie no pueden soportar sus dolores en las rodillas. Aún así, conseguimos llegar al campamento. Montamos la tienda y jugamos al poker con los ingleses y demás anglosajones. Esa noche duermo muy mal. Hace frío, mucho frío, tanto que cuando me levanto está todo nevado. Casi no puedo soportar mis dolores de espaldas. Hemos hecho la mitad de la W, el famoso circuito de las Torres del Paine. Nos damos por vencidos.

¿Senderista profesional? Ni de coña. Yo soy senderista de domingo, cuando me levanto, con el bocata y la botella de agua en la mochila (nada más) y durmiendo en un camita de un refugio como mucho. Uno, que es un urbanita. Pese a todo, ha merecido la pena. El parque es espectacular.

A la vuelta a Puerto Natales me entero por un email de que ha habido un terremoto en Chile, unos kilómetros más al norte, cerca de Puerto Montt. Pensándolo bien estaba bien en las Torres del Paine.

Una vez creí que no podía haber mayor coincidencia que lo que me ocurrió a mi en Brasil cuando en un pueblo chiquitito de Brasil me he encontré a una amiga suiza que había conocido en Australia tres años antes. Pero... Charlie, uno de mis compañeros de viaje, por ahora, se encontró en el hostel de Puerto Natales a un tipo de Dinamarca con el que habia coincidido en un viaje en tren en Vienam hace año y medio. Lo peor de todo es que el danés lleva viajando por el mundo desde entonces. Esas cosas tiene la vida.

En estos dias he conocido a Sebastián, un argentino muy majo que trabajaba en el hostel de Puerto Natales, a CP, un americano de origen filipino que se iba a hacer todo el circuito de Torres del Paine (12 dias con la casa a cuestas), a JP, un tipo de Ohio que no podria ser de otro lugar, a Lindsay y Lauren (americana y galesa), que están viajando por toda Suramérica a dedo (hay que tenerlos bien puestos), a Rob y su novia, a Sam, a Natahalie, etc... todos guiris, claro.

Viniendo a El Calafate, una vez más por una carretera de ripio, nos ha impdido el paso una manifestación con hogueras que ha empezado zarandear el bus... Yo apenas me he enterado, entre abrir y cerrar los ojos. Pero hemos estado una hora parados. En fin, en medio de la Patagonia. En Argentina hay manifestaciones por todas partes, ni que fueran del PP.

Mañana, el Perito Moreno.

jueves, 19 de abril de 2007

Kilómetros, kilómetros, kilómetros




Y sólo es el principio. Chile, un país mucho más caro que Argentina, pero quizá un tanto más caótico. Horas y horas en un autobús. Largas esperas para cruzar la frontera a ritmo de reggaeton. Colas para tomar un ferry y cruzar el estrecho de Magallanes. Muchas horas, minutos, segundos... mucho tiempo para pensar. "Uno se acuerda de la vieja, de la "novia", del primer amor, uno se acuerda de todo". Estoy es como una frase de Fontanarrosa pero al revés. Por cierto, en Argentina te tratan de vender a Fontanarrosa por todas partes, Águila.

Y entonces uno se acuerda también de una frase de Cortázar en Las armas secretas. Es algo así como... "Si los recuerdos se pudieran borrar como se tira un borrador de un artículo, como se rompe un papel o como se quema un libro...". Sí, si fuera tan fácil. Una modernización de la frase sería igual que se puede eliminar un correo electrónico o borrar un archivo de tu disco duro y no recuperarlo jamás. Pero en ese caso podría suceder que se dañara algún elemento de tu PC y tuvieras que formatearlo todo y perdieras también los buenos recuerdos. O que Google, es una utopía, quebrara, y se borraran todos tus emails. Esos que querías guardar para siempre. No, la memoria está bien como está, para los buenos y para los malos recuerdos. Y para esas interminable palizas en autobús también. Te sirve para echar de menos lo que merece la pena.

Dustin, Charlie y yo conseguimos ir al Parque Nacional Tierra del Fuego. Alquilamos un Ford Ka, junto con Esteban y Enzo, dos riojanos (de Argentina) a los que espero encontrar más adelante en Córdoba. La quietud, la tranquilidad, el silencio de unos montes nevados, te invitan a recorrer el camino inverso del estrés. Verdaderamente se siente uno en el fin del mundo continental. Sólo unas islas más allá y después, a mil kilómetros, la Antártida.

Atrás quedó el fin del mundo, Usahuia, y las cervezas con los gringos. En el hostel eramos sólo gringos, Charlie y yo. Tres Mikes de LA, un texano indio y un texano texano, como Bush (su primera vez fuera de Texas y se va al fin del mundo). Atrás quedó la nieve y por delante queda más nieve. Vamos a acampar durante cuatro o cinco días en el parque Nacional de Torres del Paine, en la Patagonia chilena. ¡Qué frío! Ya os contaré. ¡Pero las fotos son preciosas!

lunes, 16 de abril de 2007

Tierra del Fuego



Que digo yo que por qué le llaman Tierra del Fuego, porque aquí hace un frío que te mueres. Hoy está guarrinevando y no se puede hacer nada por lo que hemos comprado vino y pasaremos la tarde en el hostel. Por cierto, Dani Castro, estoy en el Free Style, donde tú me recomendaste. Ya me acuerdo de por qué lo de Tierra del Fuego. Cuando Magallanes y los suyos pasaron por aquí lo primero que vieron fue el fuego que hacían los indígenas para calentarse. No me extraña. Y estaban desnudos los mendas.




En Ushuaia los argentinos construyeron una prisión para enviar a los criminales más peligrosos y con penas más largas. Estuve en el presidio con un nuevo amigo, Damián, argentino, un gran tipo. Es impresionante como alguien pudo pasar allí años y años de su vida. Me recordó a Auschwitz




Hablando de cárceles. ¿Os acordais de que Dustin y Charlie, mis amigos yankee y holandés, no vinieron a dormir? Efectivamente, pasaron la noche en el calabozo. Cuando me despedí de ellos en el boliche estaban ciegos perdidos y se iban al hostel, que estaba a dos cuadras. Quisieron llevarse un souvenir del fin del mundo y robar un par de matrículas de coches. Les pillaron. Por más que he mirado después en la calle no he visto más policía. Les pegaron y les hicieron pasar la noche en una celda sin cama ni sillas llena de pis. Al día siguiente los soltaron. "Our first day in the fucking end of the world and we've been already in jail". Menuda pareja.




Días de senderismo extremo y de visita a glaciares próximos: el Glaciar Martial y el Glaciar Alvear. Los paisajes son excelentes. Ayer fueron ocho horas de caminata rompepiernas por el monte para visitar unas cuevas de hielo bajo un glaciar. Hoy me duele todo, pero mereció la pena. Viajaré con Dustin y Charlie los próximos días. El miércoles partimos a Puerto Natales rumbo a las Torres del Paine. Sólo falta que el tiempo acompañe.

sábado, 14 de abril de 2007

¿Qué es una emoción?




Una emoción es cuando algo te atrapa y no te suelta, cuando sientes ese cosquilleo en el estómago. O ese nudo. O esa pinza. Una emoción, a veces, es pura adrenalina. Una emoción es coger un avion de 40 años, soportar sus oscilaciones en el aire, un avion chiquito, cuyos asientos ni siquiera estan numerados y con azafatos cincuentones en lugar de las bellas señoritas de otras compañías. Una emoción es pensar que vas a ver un avión con hélices de la segunda guerra mundial. Pero al final no fue para tanto. Sobreviví a cuatro despegues y cuatro aterrizajes y estoy en la ciudad más austral del mundo, Ushuaia.

Un país emocionante es Argentina, capaz de lo mejor y de lo siguiente:

El otro día conocí a Pablo, un madrileño de 35 años que está viajando por Latinoamerica. En su viaje conoció a un estudiante de Odontología que le ha cogido de conejillo de indias. Pablo se va a quedar un año y medio en Buenos Aires a que le arreglen la boca semana a semana.

Bien, pues Pablo me contó que había un ecuatoriano en su hostel, pero un ecuatoriano de esos de familia bien y reloj llamativo en muñeca. Vino a Buenos Aires a hacer un master y mientras buscaba piso se quedó a vivir en casa de un amigo. Olía a plata por todos lados y unos peruanos le husmearon y el ecuatoriano acabó arrodillado con una pistola apuntándole a la cabeza y otra a la espalda. Le quitaron todo, documentacion, dinero, maletas. Pero ahi no termina. Los peruanos después atracaron un banco y dejaron su documentación por ahí. A los dos días la policía argentina va en busca del ecuatoriano y lo mete en la cárcel como principal sospechoso del atraco. Hasta que se soluciona el tema pasa nueve horas en una celda con un hombre que ha matado a su mujer. Lo sueltan y se va a un hostel en San Telmo. Al poco lo vuelven a atracar a punta de navaja. Ya es mala suerte. El pobre se volvió a su país antes de ayer amargado. Eso no es una emoción. Eso es puñetera mala suerte.

Un milagro es lo que le pasó a Bill, un americano que conocimos ayer. Militar, dos años en Irak y no le pasa nada. Bill llegó a Mendoza y en la estación de autobuses un chico le invitó a llevarlo a un hostel. Éste, compinchado con otros dos, le intentan robar la maleta. Bill mide 1,95. Intentó defenderse, pero le dispararon en una pierna. El milagro es que casi no le pasó nada y en dos días le habían dado el alta. Buena suerte dentro de la mala suerte. Bill lo cuenta así. "Two guys came up to me. We started to fight. I was winning. And one of them shooted me". Pese a todo no pierde el sentido del humor y nos invita a cenar.

Una alegría es encontrarte a tu prima cada vez en un lugar diferente del mundo. Nos vimos dos veces esta semana en Buenos Aires.

Una sensación multicultural es haber compartido una sucia habitación de hostel con Juan (colombiano, personaje, aspirante a cineasta), Fabio (brasileño, jipi, vendecollares), Sandro (brasileño, amigo de Fabio, no hace nada en todo el día, macoñero), Sandra (alemana, hace unas practicas no pagadas en Buenos Aires), Max (francés, le gusta la marihuana y el drum n' bass), y Jorge (chileno, tiene todos los discos de rock kalimotxero: Kortatu, Escorbuto, Reincidentes, La polla records).

Una experiencia es conocer a Charlie y Dustin, holandés y americano, en el avión de LADE. Ir al mismo hostel que ellos y después zamparnos un cordero asado fueguino. Anoche salimos. Ellos no regresaron. Ya os contaré qué pasó con ellos porque yo aún no lo sé.

Un sentirse pequeño es estar en el fin del mundo. Entonces todo te parece enorme, gigante y tú una minúscula hormiga en una gran selva.

miércoles, 11 de abril de 2007

Ayer estuve con Dios



Bajo el diluvio universal sobre Buenos Aires os cuento que ayer subí al cielo de los argentinos y visité a Diego Armando Maradona, el pibe de oro, en la Boca. Visité la Bombonera. Es verdad que es un estadio de barrio obrero, pero a mí me gustó. ¿Sabíais que Maradona tiene un palco privado por el que pagó una millonada y así ayudó a la economía de Boca? El domingo es el clásico Boca-River y ese palco estará vacío. Dios está en el hospital. Demasiadas adicciones. Yo me lo pierdo por haber adelantado mi viaje a Ushuaia.
El lunes llegué a un hostel nuevo en el barrio de San Telmo, y el lugar es un templo del buenrollismo jipiorro. Parece L'Auberge Espagnole, de Cédric Klapisch. Los de mi habitación, brasileños, chilenos, franceses, americanos, llevan todos viviendo aquí más de un mes y algunos de ellos viven de hacer pulseras y venderlas en la plaza. Imáginad lo que no fuman.
He conocido a Guillermo, un realizador español del que me habían dado un contacto en Madrid. Pasé la tarde con él y con su amiga sueca Catalina. Después visitamos San Telmo, de nuevo, las palomas casi nos comen cual película de Alfred Hitchcock y conocimos a Bianca, italiana, y Alejandro, un cincuentón argentino que nos contó cosas muy interesantes sobre sus viajes a España en busca de sus antepasados.
Como el Boca-River se acerca, todo el mundo habla de fútbol. Imaginad cómo se vive aquí.
La final del mundial. Argentina en la final. Dos hombres y entre medias un asiento vacío. Le dice uno a otro: "Ché, boludo, como está la hinchada, ¡qué partido! No entiendo como hay un asiento libre". El otro le contesta: "Yo sí lo entiendo. Yo siempre venía al fútbol con mi esposa y falleció". El primero, cortado, le dice, "Sí, entiendo que compres dos entradas, pero, che, podés decírselo a un amigo a algún otro pariente. Mirá que el partido es la final de mundial". Y responde: "Sí, lo intenté, pero todos están en el velorio". Así son.
Por la noche me vi de nuevo entre hinchas de Boca y de River. Sin comerlo ni beberlo fui con Guillermo a una cena de miembros de una productora de publicidad argentina-española llamada Bus. Son los que hicieron el anuncio de Prosickito. Y también produjeron en su momento "El columpio", de Álvaro Fernández Armero. Buena pizza argentina. Después una milonga y al catre. Es raro, pero casi no estoy trasnochando.

lunes, 9 de abril de 2007

Puesta de sol sobre el Río de la Plata


"Es, ya lo sé, el amor, la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo...". No es mío, ya quisiera. Es de Borges. Tampoco estaba en mi memoria pese a haber disfrutado del argentino. Ya quisiera. Estaba en la memoria de un amigo y en la de mi teléfono móvil. Era carne de sms no antes de las tres de la mañana. Que linda puede ser la memoria y que maldita puede ser la jodía. Antes de ser pasto de sms he decidido compartir esto con vosotros ya que mi amigo la compartió conmigo.

Uruguay. Días tranquilos. Un ferry cruza Río de la Plata rumbo a Colonia del Sacramento. Una línea más en el concurso de países visitados.

A primera vista los uruguayos parecen como los argentinos, pero no. Los uruguayos dicen "ta" para decir "vale", como los brasileños. Los argentinos dicen "dale". Los argentinos beben mate, pero no tanto comos los uruguayos. Éstos tiene dos extraños apéndices unidos a las extremidades de su cuerpo. De la mano izquierda, un termo. De la mano derecha, un mate. Y así horas y horas.

Estuvimos en Colonia, una bonita ciudad fundada por un portugués. Y después visitamos Carmelo, un pueblo fantasma aún más tranquilo cuyos habitantes salen de casa a partir de las cinco de la tarde. En Carmelo el vehículo favorito es el ciclomotor. Los hay de todas las clases y colores, hasta de aquella forma que no podés llegar a imaginar jamás. No necesitan coche. Un ciclomotor de ésos, con media de tres, puede transportar hasta cuatro personas, familias enteras. Sin casco. ¿Qué es eso?

Montevideo quedará para otra ocasión.

De vuelta a Buenos Aires me he pasado un rato a ver a Madonna, cuando Argentina lloraba por ella en lugar de que ella promocionara una línea de diseño de H&M. El cementerio de Recoleta es un lugar para muertos renombrados. Ente ellos, Evita Perón. Demasiado turístico.

"Esperándote con ansia en Plaza Francia..... malditas despedidas, me están volviendo viejo". No lo digo yo, lo dice Calamaro, pero es muy apropiado para todos. Estuve en Plaza Francia, en plena Recoleta, el barrio burgués (como el barrio de Salamanca, para el caso). Como dice un amigo de un amigo que trabaja en un periódico de nombre globalizado: "Anda que el tío progre iba a esperarla en la Boca. No, la esperaba en Recoleta". Pues también es cierto.

Ya tengo billete para Ushuaia. ¿No querías emociones? Pues toma. Vuelo con LADE. Creo que los aviones son con hélices, las sillas de madera y las hechuras del motor de cartón. Un poquito de adrenalina para el cuerpo. Me salía por la mitad de precio.

Creo que el jueves me encontraré con mis primos en Capital. Una vez en Australia, otra en Buenos Aires. Así somos.

viernes, 6 de abril de 2007

Por vos, Buenos Aires (La vie en rose, primeras impresiones)


Traté de encontrar Por vos, Buenos Aires, el garito de San Telmo que me recomendó mi amigo el Águila de Cuéllar y por más que quise no logré encontrarlo. Quería poner una vela en recuerdo de quien ya pasó por allí, pero me fue imposible.

Después de 24 horas en Buenos Aires, puede decir una cosa: Me gusta. Eso sí, es exageradamente grande. Hoy tardé una hora y media en colectivo (autobús) para ir de San Telmo a Palermo.
El viaje fue largo, tedioso, todo lo que quieras, pero mereció la pena hacer escala en Santiago de Chile para ver los Andes desde el aire. En Santiago me pasaron dos cosas.
Un amigo me dijo una vez que para leer Rayuela, de Julio Cortázar, era imprescindible estar enamorado. Cuando lo estuve no tuve tiempo de pensar en la novela y cuando no lo estuve siempre pensé que no era el momento apropiado. Bien, para este viaje, me dije: éste es el momento. N0 sé, quizá esté enamorado de la vida, de viajar o pudiera tener un flechazo con este país. Bien, muy mío, me dejé Rayuela en un baño del aeropuerto de Santiago de Chile. El destino me ha dicho que éste no era el momento.
La segunda cosa que me pasó fue conocer a Aymara Rovera, la protagonista de Nordeste, de Juan Diego Solanas (2005), película argentina recién estrenada en España, que trata el tráfico de niños en la zona norte de Argentina. Una mujer muy simpática que me dio su teléfono y me invitó a comer a su casa la próxima semana. Para mal pensados diré que está casada y que vive con su marido, español, por cierto. Me regalará un DVD de la película y algún día la llamaré para un guión. ¡Qué bonito es soñar!
Vine de una primavera otoñal en Madrid a un otoño primaveral en Buenos Aires. La temperatura es magnífica.
Mis primeras horas en Buenos Aires me llevaron a varias conclusiones. La primera de ellas es que a los argentinos les gusta su bandera casi tanto como a los brasileños. La albiceleste está por todas partes, hasta arropando a los cristos y las vírgenes de la catedral metropolitana. Podéis ver un ejemplo en la foto, tomada en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, un lugar donde todavía hoy se concentran las madres de mayo pidiendo explicaciones por sus hijos desaparecidos durante la 'guerra sucia'.
La segunda conclusión es que si bien es verdad que Buenos Aires tiene un cierto aire europeo, es una ciudad totalmente latinoamericana. No tan caótica como México DF, Río o Sao Paulo, pero sí tiene su toque desorganizado. No está permitido llevar casco cuando uno circula en motocicleta, los peatones y los carros tienen por norma no respetar ni semáforos ni pasos de cebra y los conductores de los colectivos van relocos.
Tercera. Nadie tiene cambio. Si sacas un billete de 100 pesos en un cajero estás perdido. Nadié querrá venderte nada porque todo el mundo quiere billetes pequeños o monedas. El autobús funciona sólo con monedas. Y si no llega a ser por la grandiosa piedad de Ana, una chica de Tucumán que conocí en la parada, me hubiera quedado en el sitio.
Visisté San Telmo. Una mezcla de Lavapiés y Malasaña a lo turístico, el lugar bohemio-jipi de Buenos Aires. Allí vi bailar tango y conocí a Manuel, un español que está dando la vuelta al mundo y a Fabiola, Julieth y Adriana, tres chicas colombianas. Juntos disfrutamos de unas cervezas a ritmo de tango en una placita del barrio. Quedaré con ellos la semana que viene.
Por la noche volví a cenar por San Telmo con Mati, un buen bifé de chorizo. Voy a regresar con cinco kilos de más, seguro. Fue una cena muy agradable con una mezcla explosiva: vino mendozés y cerveza Quilmes. Lo pagué por la mañana.

lunes, 2 de abril de 2007

Diarios de un viajero



El otro día volví a ver Diarios de motocicleta (Walter Salles, 2004), que narra las aventuras de Ernesto Che Guevara cuando aún era un estudiante de Medicina y de su amigo Alberto Granados en su viaje por parte de Argentina y algunos países de Latinoamérica como Chile, Perú, Colombia y Venezuela. Hice un nuevo visionado para motivarme aún más y porque alguno de los lugares que los dos amigos visitaron son sitios a los que tengo pensado ir como Bariloche, San Martín de los Andes y Valparaíso.

La primera vez que vi la película fue en un pase de prensa previo a su estreno en septiembre-octubre de 2004. Yo estaba recién llegado de otro largo viaje por Latinoamérica, en este caso Brasil, y salí fascinado de la película. ¿Por qué? Porque me sentí realmente identificado. Salvando las largas distancias entre ambos viajes, la primera parte de aquella visita a Brasil, el país de origen del director de Diarios Motocicleta, Walter Salles, fue en busca del gran placer y la pura diversión. La segunda parte fue una visita a la realidad social de aquel país. Justo igual que le sucedió al Ché, se dio cuenta de las injusticias que acechaban a toda América Latina. A diferencia de Ernesto Guevara, que decidió poco tiempo después hacer la revolución cubana y convertir Latinoamérica en una federación de países donde no importaban las razas ni el origen social, yo seguí viviendo mi vida burguesa, tratando de buscar espectadores para series de televisión con los guiones que se me permitían escribir.

Hubo un intento, eso sí. Traté, sin conseguirlo, de buscar financiación para realizar un documental sobre una favela de Sao Paulo, nada que ver con la patochada que hizo Fernando Trueba con El Milagro de Candeal, también de aquella época. Se iba a llamar Jardim Jaqueline. Y a punto estuve. Sólo me faltó esa coma y esa dosis de suerte necesaria para toda subvención que otros tienen.

Volviendo a Diarios de Motocicleta, este segundo visionado me ha defraudado un poco. Quizá estoy más viejo, quizá soy más exigente, quizá estas cosas ocurren con algunos segundos y terceros y cuartos visionados. Y quizá depende del momento en el que te pille. Porque el cine, como tantas y tantas cosas en la vida, es una emoción, es un sentirse identificado, es una forma de ver las cosas a través de unos ojos sensibles a lo que uno está viendo. Me ha vuelto a gustar, sí, pero, supongo que egoístamente he querido que me contaran más. Vamos, que me contaran todo el viaje, qué coño.

Regresando a esto de que el cine, y la vida, son emociones. Os voy a contar algo que me emocionó el otro día. Fui a una conferencia de Inés París (solita y sin Daniela Fejerman) en la Biblioteca Nacional de Madrid. El tema de la ponencia era algo así como los tabúes de la comedia en el guión. Inés París pareció muy maja, muy sensibilizada con la falta de espectadores en las salas de cine español y también un poco aburrida en su exposición. Joer, que la cosa iba de comedia y por momentos me sentí como si volviera a estar en la Facultad de Ciencias de la Información deseando que se acabara una clase de un profesor en plan Gutiérrez que le veo. Pero la emoción llegó...

Un indigente había entrado en la sala muy interesado por la situación del cine español y por las películas de Inés París. Cuando la ponente anunció que en la comedia, si bien los tabúes son necesarios, hay que tratar de eliminar muchos de los que ya tenemos porque las mejores películas de comedia parten de situaciones que si las piensas fríamente son realmente trágicas, el indigente anunció que él, en su situación, se aplicaba ese dogma todos los días y que estando en la calle, llevado con humor, se vive mucho mejor.

Me emocionó que un indigente entrara a una conferencia sobre guión, me emocionó que dijera que se tomaba la vida con humor, me emocionó que estuviera interesado por el cine en general y me hubiera emocionado que Inés París hubiera dicho que cada vez que hiciera una nueva película iba a llamarle o localizarle para invitarle al estreno.

Sigo en busca de emociones y por eso me quedan sólo dos días para marcharme a la Argentina. Yo no voy en una Norton del 39, pero espero que no se me descomponga ningún autobús.

Os echaré de menos.

martes, 27 de marzo de 2007

Modigliani en el inem




Sí, soy un guionista. Un guionista en paro. Y alguien se preguntará... ¿Un guionista en paro? Ése es el estado natural del guionista, ¿no? ¿Y qué hace uno, plumilla del guión, cuando se queda en el paro? Lo primero estar en la cola que veis en la fotografía y después lo normal sería aprovechar para escribir las cosas que a uno le gustan, lo que siempre quiso escribir y nunca se atrevió a hacer, trabajar para uno mismo sin tener que pasar filtros de todo tipo, etc... eso además de ir al cine y ver todos los DVD´s del mundo. Y dormir un poquito más, claro.


Sí, pero no.


Yo he decidido huir. Más bien, desconectar un poquito. Me voy a hacer las américas...


Los ingredientes son kilo y medio de Argentina, 100 gramos de Uruguay, Medio kilo de Chile y una pizca de Bolivia, si es temporada. Esa es la receta de mi desconexión.

La ruta comienza en Buenos Aires y termina en Santiago de Chile. A partir de ahí todo es una aventura.

Y mientras tanto, si se me ocurre alguna idea fantástica la escribiré en mi block de notas, que no blog, y no se la contaré a nadie hasta que no explote en mi cabeza.

La vuelta será dura, pero reconfortante, lo justo para ponerme otra vez a la cola del paro y azuzarme las pilas para recuperar el tiempo perdido llorándole a alguna productora o escribiendo esa gran obra que siempre tuve en la cabeza y nunca me atreví a ejecutar por ese miedo que uno tiene de no estar a la altura.

Desde está página os mantendré informados de mis aventuras en la tierra del tango.

Va por ustedes.