jueves, 26 de abril de 2007

El Perito Moreno



Que no se trata de un pekinés negro sino de un glaciar espectacular. Camina sobre él con crampones ha sido una de las experiencias más extrañas y excitantes de mi vida. Ver como cambian las tonalidades del color blanco de su nieve compactada, observar sus grietas, escuchar el sonido de los pedazos de hielo al desprenderse (la foto no es indicativa, hay que escucharlo) , disfrutar de un whisky on the rocks (con hielo del mismo glaciar) al terminar la caminata, conocer a Mónica y Christine, dos chicas muy majas (española y norteamericana), que estaban experimentando las mismas sensaciones que yo, a Matías y María, los encargados del hostel América del Sur, el mejor y más organizado en el que he estado hasta ahora, a Marcus, un austriaco de 19 años que quiere ser pastor de la iglesia evangélica y está viajando por Suramérica antes de decidirse (si es que hay cada personaje...)

Hoy, de vuelta en Puerto Natales, (qué pueblo más feo para haber llegado a él ya tres veces), me dispongo a viajar en un barco de carga por los fiordos chilenos durante unos días. Vamos camino del lugar del terremoto. Pero ya sería mala suerte que hubiera dos terremotos en menos de una semana, ¿no?

Hoy he sido escueto.

martes, 24 de abril de 2007

¿Senderista profesional?



Puerto Natales. Seis y media de la mañana. Uno se despierta tras unas cortas horas de sueño dispuesto a pegarse cinco dias de caminata por el Parque Nacional Torres del Paine, el que dicen es el mejor parque nacional de Suramérica. El día parece despejado tras dos dias de lluvia incesante. Carretera de ripio rumbo a las torres y uno pega cabezazos contra la ventana al son del movimiento del microbus intentando robarle unos minutos más al día. Por fin abre los ojos. Hace frio, pero el sol brilla arriba. Y, majestuosas, las Torres del Paine, a lo lejos. Hemos tenido suerte. En esta época lo más probable es que no puedas verlas a causa de la niebla, de la lluvia o de la nieve. Aquí os las muestro.

Primer día de caminata y yo, que he acampado dos veces en mi vida, con mochila a la espalda, tienda de campaña, sacos de dormir y esterilla incorporados más comida para cinco dias. 15 kilómetros por delante para ver un glaciar, rompepiernas, arriba, abajo, llano, ahora un riachuelo, ahora hay casi que escalar, después hay que contener las rodillas para no caerte, por aqui resbala, por allí metes la bota en un charco. Duro. Pero llegamos. Montamos la tienda, una para mí solo. Un poquito de chill out con algunos ingleses, americanos y canadienses. Soy el único que habla español de los que caminan por el parque. Dormimos. Se soporta al frio, que solo se empìeza a notar al comienzo de la mañana. Efectivamente, está lloviendo.

Segundo día de caminata bajo la lluvia. Más duro. La mochila pesa más. Mis problemas de espalda reaparecen. Dustin y Charlie no pueden soportar sus dolores en las rodillas. Aún así, conseguimos llegar al campamento. Montamos la tienda y jugamos al poker con los ingleses y demás anglosajones. Esa noche duermo muy mal. Hace frío, mucho frío, tanto que cuando me levanto está todo nevado. Casi no puedo soportar mis dolores de espaldas. Hemos hecho la mitad de la W, el famoso circuito de las Torres del Paine. Nos damos por vencidos.

¿Senderista profesional? Ni de coña. Yo soy senderista de domingo, cuando me levanto, con el bocata y la botella de agua en la mochila (nada más) y durmiendo en un camita de un refugio como mucho. Uno, que es un urbanita. Pese a todo, ha merecido la pena. El parque es espectacular.

A la vuelta a Puerto Natales me entero por un email de que ha habido un terremoto en Chile, unos kilómetros más al norte, cerca de Puerto Montt. Pensándolo bien estaba bien en las Torres del Paine.

Una vez creí que no podía haber mayor coincidencia que lo que me ocurrió a mi en Brasil cuando en un pueblo chiquitito de Brasil me he encontré a una amiga suiza que había conocido en Australia tres años antes. Pero... Charlie, uno de mis compañeros de viaje, por ahora, se encontró en el hostel de Puerto Natales a un tipo de Dinamarca con el que habia coincidido en un viaje en tren en Vienam hace año y medio. Lo peor de todo es que el danés lleva viajando por el mundo desde entonces. Esas cosas tiene la vida.

En estos dias he conocido a Sebastián, un argentino muy majo que trabajaba en el hostel de Puerto Natales, a CP, un americano de origen filipino que se iba a hacer todo el circuito de Torres del Paine (12 dias con la casa a cuestas), a JP, un tipo de Ohio que no podria ser de otro lugar, a Lindsay y Lauren (americana y galesa), que están viajando por toda Suramérica a dedo (hay que tenerlos bien puestos), a Rob y su novia, a Sam, a Natahalie, etc... todos guiris, claro.

Viniendo a El Calafate, una vez más por una carretera de ripio, nos ha impdido el paso una manifestación con hogueras que ha empezado zarandear el bus... Yo apenas me he enterado, entre abrir y cerrar los ojos. Pero hemos estado una hora parados. En fin, en medio de la Patagonia. En Argentina hay manifestaciones por todas partes, ni que fueran del PP.

Mañana, el Perito Moreno.

jueves, 19 de abril de 2007

Kilómetros, kilómetros, kilómetros




Y sólo es el principio. Chile, un país mucho más caro que Argentina, pero quizá un tanto más caótico. Horas y horas en un autobús. Largas esperas para cruzar la frontera a ritmo de reggaeton. Colas para tomar un ferry y cruzar el estrecho de Magallanes. Muchas horas, minutos, segundos... mucho tiempo para pensar. "Uno se acuerda de la vieja, de la "novia", del primer amor, uno se acuerda de todo". Estoy es como una frase de Fontanarrosa pero al revés. Por cierto, en Argentina te tratan de vender a Fontanarrosa por todas partes, Águila.

Y entonces uno se acuerda también de una frase de Cortázar en Las armas secretas. Es algo así como... "Si los recuerdos se pudieran borrar como se tira un borrador de un artículo, como se rompe un papel o como se quema un libro...". Sí, si fuera tan fácil. Una modernización de la frase sería igual que se puede eliminar un correo electrónico o borrar un archivo de tu disco duro y no recuperarlo jamás. Pero en ese caso podría suceder que se dañara algún elemento de tu PC y tuvieras que formatearlo todo y perdieras también los buenos recuerdos. O que Google, es una utopía, quebrara, y se borraran todos tus emails. Esos que querías guardar para siempre. No, la memoria está bien como está, para los buenos y para los malos recuerdos. Y para esas interminable palizas en autobús también. Te sirve para echar de menos lo que merece la pena.

Dustin, Charlie y yo conseguimos ir al Parque Nacional Tierra del Fuego. Alquilamos un Ford Ka, junto con Esteban y Enzo, dos riojanos (de Argentina) a los que espero encontrar más adelante en Córdoba. La quietud, la tranquilidad, el silencio de unos montes nevados, te invitan a recorrer el camino inverso del estrés. Verdaderamente se siente uno en el fin del mundo continental. Sólo unas islas más allá y después, a mil kilómetros, la Antártida.

Atrás quedó el fin del mundo, Usahuia, y las cervezas con los gringos. En el hostel eramos sólo gringos, Charlie y yo. Tres Mikes de LA, un texano indio y un texano texano, como Bush (su primera vez fuera de Texas y se va al fin del mundo). Atrás quedó la nieve y por delante queda más nieve. Vamos a acampar durante cuatro o cinco días en el parque Nacional de Torres del Paine, en la Patagonia chilena. ¡Qué frío! Ya os contaré. ¡Pero las fotos son preciosas!

lunes, 16 de abril de 2007

Tierra del Fuego



Que digo yo que por qué le llaman Tierra del Fuego, porque aquí hace un frío que te mueres. Hoy está guarrinevando y no se puede hacer nada por lo que hemos comprado vino y pasaremos la tarde en el hostel. Por cierto, Dani Castro, estoy en el Free Style, donde tú me recomendaste. Ya me acuerdo de por qué lo de Tierra del Fuego. Cuando Magallanes y los suyos pasaron por aquí lo primero que vieron fue el fuego que hacían los indígenas para calentarse. No me extraña. Y estaban desnudos los mendas.




En Ushuaia los argentinos construyeron una prisión para enviar a los criminales más peligrosos y con penas más largas. Estuve en el presidio con un nuevo amigo, Damián, argentino, un gran tipo. Es impresionante como alguien pudo pasar allí años y años de su vida. Me recordó a Auschwitz




Hablando de cárceles. ¿Os acordais de que Dustin y Charlie, mis amigos yankee y holandés, no vinieron a dormir? Efectivamente, pasaron la noche en el calabozo. Cuando me despedí de ellos en el boliche estaban ciegos perdidos y se iban al hostel, que estaba a dos cuadras. Quisieron llevarse un souvenir del fin del mundo y robar un par de matrículas de coches. Les pillaron. Por más que he mirado después en la calle no he visto más policía. Les pegaron y les hicieron pasar la noche en una celda sin cama ni sillas llena de pis. Al día siguiente los soltaron. "Our first day in the fucking end of the world and we've been already in jail". Menuda pareja.




Días de senderismo extremo y de visita a glaciares próximos: el Glaciar Martial y el Glaciar Alvear. Los paisajes son excelentes. Ayer fueron ocho horas de caminata rompepiernas por el monte para visitar unas cuevas de hielo bajo un glaciar. Hoy me duele todo, pero mereció la pena. Viajaré con Dustin y Charlie los próximos días. El miércoles partimos a Puerto Natales rumbo a las Torres del Paine. Sólo falta que el tiempo acompañe.

sábado, 14 de abril de 2007

¿Qué es una emoción?




Una emoción es cuando algo te atrapa y no te suelta, cuando sientes ese cosquilleo en el estómago. O ese nudo. O esa pinza. Una emoción, a veces, es pura adrenalina. Una emoción es coger un avion de 40 años, soportar sus oscilaciones en el aire, un avion chiquito, cuyos asientos ni siquiera estan numerados y con azafatos cincuentones en lugar de las bellas señoritas de otras compañías. Una emoción es pensar que vas a ver un avión con hélices de la segunda guerra mundial. Pero al final no fue para tanto. Sobreviví a cuatro despegues y cuatro aterrizajes y estoy en la ciudad más austral del mundo, Ushuaia.

Un país emocionante es Argentina, capaz de lo mejor y de lo siguiente:

El otro día conocí a Pablo, un madrileño de 35 años que está viajando por Latinoamerica. En su viaje conoció a un estudiante de Odontología que le ha cogido de conejillo de indias. Pablo se va a quedar un año y medio en Buenos Aires a que le arreglen la boca semana a semana.

Bien, pues Pablo me contó que había un ecuatoriano en su hostel, pero un ecuatoriano de esos de familia bien y reloj llamativo en muñeca. Vino a Buenos Aires a hacer un master y mientras buscaba piso se quedó a vivir en casa de un amigo. Olía a plata por todos lados y unos peruanos le husmearon y el ecuatoriano acabó arrodillado con una pistola apuntándole a la cabeza y otra a la espalda. Le quitaron todo, documentacion, dinero, maletas. Pero ahi no termina. Los peruanos después atracaron un banco y dejaron su documentación por ahí. A los dos días la policía argentina va en busca del ecuatoriano y lo mete en la cárcel como principal sospechoso del atraco. Hasta que se soluciona el tema pasa nueve horas en una celda con un hombre que ha matado a su mujer. Lo sueltan y se va a un hostel en San Telmo. Al poco lo vuelven a atracar a punta de navaja. Ya es mala suerte. El pobre se volvió a su país antes de ayer amargado. Eso no es una emoción. Eso es puñetera mala suerte.

Un milagro es lo que le pasó a Bill, un americano que conocimos ayer. Militar, dos años en Irak y no le pasa nada. Bill llegó a Mendoza y en la estación de autobuses un chico le invitó a llevarlo a un hostel. Éste, compinchado con otros dos, le intentan robar la maleta. Bill mide 1,95. Intentó defenderse, pero le dispararon en una pierna. El milagro es que casi no le pasó nada y en dos días le habían dado el alta. Buena suerte dentro de la mala suerte. Bill lo cuenta así. "Two guys came up to me. We started to fight. I was winning. And one of them shooted me". Pese a todo no pierde el sentido del humor y nos invita a cenar.

Una alegría es encontrarte a tu prima cada vez en un lugar diferente del mundo. Nos vimos dos veces esta semana en Buenos Aires.

Una sensación multicultural es haber compartido una sucia habitación de hostel con Juan (colombiano, personaje, aspirante a cineasta), Fabio (brasileño, jipi, vendecollares), Sandro (brasileño, amigo de Fabio, no hace nada en todo el día, macoñero), Sandra (alemana, hace unas practicas no pagadas en Buenos Aires), Max (francés, le gusta la marihuana y el drum n' bass), y Jorge (chileno, tiene todos los discos de rock kalimotxero: Kortatu, Escorbuto, Reincidentes, La polla records).

Una experiencia es conocer a Charlie y Dustin, holandés y americano, en el avión de LADE. Ir al mismo hostel que ellos y después zamparnos un cordero asado fueguino. Anoche salimos. Ellos no regresaron. Ya os contaré qué pasó con ellos porque yo aún no lo sé.

Un sentirse pequeño es estar en el fin del mundo. Entonces todo te parece enorme, gigante y tú una minúscula hormiga en una gran selva.

miércoles, 11 de abril de 2007

Ayer estuve con Dios



Bajo el diluvio universal sobre Buenos Aires os cuento que ayer subí al cielo de los argentinos y visité a Diego Armando Maradona, el pibe de oro, en la Boca. Visité la Bombonera. Es verdad que es un estadio de barrio obrero, pero a mí me gustó. ¿Sabíais que Maradona tiene un palco privado por el que pagó una millonada y así ayudó a la economía de Boca? El domingo es el clásico Boca-River y ese palco estará vacío. Dios está en el hospital. Demasiadas adicciones. Yo me lo pierdo por haber adelantado mi viaje a Ushuaia.
El lunes llegué a un hostel nuevo en el barrio de San Telmo, y el lugar es un templo del buenrollismo jipiorro. Parece L'Auberge Espagnole, de Cédric Klapisch. Los de mi habitación, brasileños, chilenos, franceses, americanos, llevan todos viviendo aquí más de un mes y algunos de ellos viven de hacer pulseras y venderlas en la plaza. Imáginad lo que no fuman.
He conocido a Guillermo, un realizador español del que me habían dado un contacto en Madrid. Pasé la tarde con él y con su amiga sueca Catalina. Después visitamos San Telmo, de nuevo, las palomas casi nos comen cual película de Alfred Hitchcock y conocimos a Bianca, italiana, y Alejandro, un cincuentón argentino que nos contó cosas muy interesantes sobre sus viajes a España en busca de sus antepasados.
Como el Boca-River se acerca, todo el mundo habla de fútbol. Imaginad cómo se vive aquí.
La final del mundial. Argentina en la final. Dos hombres y entre medias un asiento vacío. Le dice uno a otro: "Ché, boludo, como está la hinchada, ¡qué partido! No entiendo como hay un asiento libre". El otro le contesta: "Yo sí lo entiendo. Yo siempre venía al fútbol con mi esposa y falleció". El primero, cortado, le dice, "Sí, entiendo que compres dos entradas, pero, che, podés decírselo a un amigo a algún otro pariente. Mirá que el partido es la final de mundial". Y responde: "Sí, lo intenté, pero todos están en el velorio". Así son.
Por la noche me vi de nuevo entre hinchas de Boca y de River. Sin comerlo ni beberlo fui con Guillermo a una cena de miembros de una productora de publicidad argentina-española llamada Bus. Son los que hicieron el anuncio de Prosickito. Y también produjeron en su momento "El columpio", de Álvaro Fernández Armero. Buena pizza argentina. Después una milonga y al catre. Es raro, pero casi no estoy trasnochando.

lunes, 9 de abril de 2007

Puesta de sol sobre el Río de la Plata


"Es, ya lo sé, el amor, la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo...". No es mío, ya quisiera. Es de Borges. Tampoco estaba en mi memoria pese a haber disfrutado del argentino. Ya quisiera. Estaba en la memoria de un amigo y en la de mi teléfono móvil. Era carne de sms no antes de las tres de la mañana. Que linda puede ser la memoria y que maldita puede ser la jodía. Antes de ser pasto de sms he decidido compartir esto con vosotros ya que mi amigo la compartió conmigo.

Uruguay. Días tranquilos. Un ferry cruza Río de la Plata rumbo a Colonia del Sacramento. Una línea más en el concurso de países visitados.

A primera vista los uruguayos parecen como los argentinos, pero no. Los uruguayos dicen "ta" para decir "vale", como los brasileños. Los argentinos dicen "dale". Los argentinos beben mate, pero no tanto comos los uruguayos. Éstos tiene dos extraños apéndices unidos a las extremidades de su cuerpo. De la mano izquierda, un termo. De la mano derecha, un mate. Y así horas y horas.

Estuvimos en Colonia, una bonita ciudad fundada por un portugués. Y después visitamos Carmelo, un pueblo fantasma aún más tranquilo cuyos habitantes salen de casa a partir de las cinco de la tarde. En Carmelo el vehículo favorito es el ciclomotor. Los hay de todas las clases y colores, hasta de aquella forma que no podés llegar a imaginar jamás. No necesitan coche. Un ciclomotor de ésos, con media de tres, puede transportar hasta cuatro personas, familias enteras. Sin casco. ¿Qué es eso?

Montevideo quedará para otra ocasión.

De vuelta a Buenos Aires me he pasado un rato a ver a Madonna, cuando Argentina lloraba por ella en lugar de que ella promocionara una línea de diseño de H&M. El cementerio de Recoleta es un lugar para muertos renombrados. Ente ellos, Evita Perón. Demasiado turístico.

"Esperándote con ansia en Plaza Francia..... malditas despedidas, me están volviendo viejo". No lo digo yo, lo dice Calamaro, pero es muy apropiado para todos. Estuve en Plaza Francia, en plena Recoleta, el barrio burgués (como el barrio de Salamanca, para el caso). Como dice un amigo de un amigo que trabaja en un periódico de nombre globalizado: "Anda que el tío progre iba a esperarla en la Boca. No, la esperaba en Recoleta". Pues también es cierto.

Ya tengo billete para Ushuaia. ¿No querías emociones? Pues toma. Vuelo con LADE. Creo que los aviones son con hélices, las sillas de madera y las hechuras del motor de cartón. Un poquito de adrenalina para el cuerpo. Me salía por la mitad de precio.

Creo que el jueves me encontraré con mis primos en Capital. Una vez en Australia, otra en Buenos Aires. Así somos.

viernes, 6 de abril de 2007

Por vos, Buenos Aires (La vie en rose, primeras impresiones)


Traté de encontrar Por vos, Buenos Aires, el garito de San Telmo que me recomendó mi amigo el Águila de Cuéllar y por más que quise no logré encontrarlo. Quería poner una vela en recuerdo de quien ya pasó por allí, pero me fue imposible.

Después de 24 horas en Buenos Aires, puede decir una cosa: Me gusta. Eso sí, es exageradamente grande. Hoy tardé una hora y media en colectivo (autobús) para ir de San Telmo a Palermo.
El viaje fue largo, tedioso, todo lo que quieras, pero mereció la pena hacer escala en Santiago de Chile para ver los Andes desde el aire. En Santiago me pasaron dos cosas.
Un amigo me dijo una vez que para leer Rayuela, de Julio Cortázar, era imprescindible estar enamorado. Cuando lo estuve no tuve tiempo de pensar en la novela y cuando no lo estuve siempre pensé que no era el momento apropiado. Bien, para este viaje, me dije: éste es el momento. N0 sé, quizá esté enamorado de la vida, de viajar o pudiera tener un flechazo con este país. Bien, muy mío, me dejé Rayuela en un baño del aeropuerto de Santiago de Chile. El destino me ha dicho que éste no era el momento.
La segunda cosa que me pasó fue conocer a Aymara Rovera, la protagonista de Nordeste, de Juan Diego Solanas (2005), película argentina recién estrenada en España, que trata el tráfico de niños en la zona norte de Argentina. Una mujer muy simpática que me dio su teléfono y me invitó a comer a su casa la próxima semana. Para mal pensados diré que está casada y que vive con su marido, español, por cierto. Me regalará un DVD de la película y algún día la llamaré para un guión. ¡Qué bonito es soñar!
Vine de una primavera otoñal en Madrid a un otoño primaveral en Buenos Aires. La temperatura es magnífica.
Mis primeras horas en Buenos Aires me llevaron a varias conclusiones. La primera de ellas es que a los argentinos les gusta su bandera casi tanto como a los brasileños. La albiceleste está por todas partes, hasta arropando a los cristos y las vírgenes de la catedral metropolitana. Podéis ver un ejemplo en la foto, tomada en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, un lugar donde todavía hoy se concentran las madres de mayo pidiendo explicaciones por sus hijos desaparecidos durante la 'guerra sucia'.
La segunda conclusión es que si bien es verdad que Buenos Aires tiene un cierto aire europeo, es una ciudad totalmente latinoamericana. No tan caótica como México DF, Río o Sao Paulo, pero sí tiene su toque desorganizado. No está permitido llevar casco cuando uno circula en motocicleta, los peatones y los carros tienen por norma no respetar ni semáforos ni pasos de cebra y los conductores de los colectivos van relocos.
Tercera. Nadie tiene cambio. Si sacas un billete de 100 pesos en un cajero estás perdido. Nadié querrá venderte nada porque todo el mundo quiere billetes pequeños o monedas. El autobús funciona sólo con monedas. Y si no llega a ser por la grandiosa piedad de Ana, una chica de Tucumán que conocí en la parada, me hubiera quedado en el sitio.
Visisté San Telmo. Una mezcla de Lavapiés y Malasaña a lo turístico, el lugar bohemio-jipi de Buenos Aires. Allí vi bailar tango y conocí a Manuel, un español que está dando la vuelta al mundo y a Fabiola, Julieth y Adriana, tres chicas colombianas. Juntos disfrutamos de unas cervezas a ritmo de tango en una placita del barrio. Quedaré con ellos la semana que viene.
Por la noche volví a cenar por San Telmo con Mati, un buen bifé de chorizo. Voy a regresar con cinco kilos de más, seguro. Fue una cena muy agradable con una mezcla explosiva: vino mendozés y cerveza Quilmes. Lo pagué por la mañana.

lunes, 2 de abril de 2007

Diarios de un viajero



El otro día volví a ver Diarios de motocicleta (Walter Salles, 2004), que narra las aventuras de Ernesto Che Guevara cuando aún era un estudiante de Medicina y de su amigo Alberto Granados en su viaje por parte de Argentina y algunos países de Latinoamérica como Chile, Perú, Colombia y Venezuela. Hice un nuevo visionado para motivarme aún más y porque alguno de los lugares que los dos amigos visitaron son sitios a los que tengo pensado ir como Bariloche, San Martín de los Andes y Valparaíso.

La primera vez que vi la película fue en un pase de prensa previo a su estreno en septiembre-octubre de 2004. Yo estaba recién llegado de otro largo viaje por Latinoamérica, en este caso Brasil, y salí fascinado de la película. ¿Por qué? Porque me sentí realmente identificado. Salvando las largas distancias entre ambos viajes, la primera parte de aquella visita a Brasil, el país de origen del director de Diarios Motocicleta, Walter Salles, fue en busca del gran placer y la pura diversión. La segunda parte fue una visita a la realidad social de aquel país. Justo igual que le sucedió al Ché, se dio cuenta de las injusticias que acechaban a toda América Latina. A diferencia de Ernesto Guevara, que decidió poco tiempo después hacer la revolución cubana y convertir Latinoamérica en una federación de países donde no importaban las razas ni el origen social, yo seguí viviendo mi vida burguesa, tratando de buscar espectadores para series de televisión con los guiones que se me permitían escribir.

Hubo un intento, eso sí. Traté, sin conseguirlo, de buscar financiación para realizar un documental sobre una favela de Sao Paulo, nada que ver con la patochada que hizo Fernando Trueba con El Milagro de Candeal, también de aquella época. Se iba a llamar Jardim Jaqueline. Y a punto estuve. Sólo me faltó esa coma y esa dosis de suerte necesaria para toda subvención que otros tienen.

Volviendo a Diarios de Motocicleta, este segundo visionado me ha defraudado un poco. Quizá estoy más viejo, quizá soy más exigente, quizá estas cosas ocurren con algunos segundos y terceros y cuartos visionados. Y quizá depende del momento en el que te pille. Porque el cine, como tantas y tantas cosas en la vida, es una emoción, es un sentirse identificado, es una forma de ver las cosas a través de unos ojos sensibles a lo que uno está viendo. Me ha vuelto a gustar, sí, pero, supongo que egoístamente he querido que me contaran más. Vamos, que me contaran todo el viaje, qué coño.

Regresando a esto de que el cine, y la vida, son emociones. Os voy a contar algo que me emocionó el otro día. Fui a una conferencia de Inés París (solita y sin Daniela Fejerman) en la Biblioteca Nacional de Madrid. El tema de la ponencia era algo así como los tabúes de la comedia en el guión. Inés París pareció muy maja, muy sensibilizada con la falta de espectadores en las salas de cine español y también un poco aburrida en su exposición. Joer, que la cosa iba de comedia y por momentos me sentí como si volviera a estar en la Facultad de Ciencias de la Información deseando que se acabara una clase de un profesor en plan Gutiérrez que le veo. Pero la emoción llegó...

Un indigente había entrado en la sala muy interesado por la situación del cine español y por las películas de Inés París. Cuando la ponente anunció que en la comedia, si bien los tabúes son necesarios, hay que tratar de eliminar muchos de los que ya tenemos porque las mejores películas de comedia parten de situaciones que si las piensas fríamente son realmente trágicas, el indigente anunció que él, en su situación, se aplicaba ese dogma todos los días y que estando en la calle, llevado con humor, se vive mucho mejor.

Me emocionó que un indigente entrara a una conferencia sobre guión, me emocionó que dijera que se tomaba la vida con humor, me emocionó que estuviera interesado por el cine en general y me hubiera emocionado que Inés París hubiera dicho que cada vez que hiciera una nueva película iba a llamarle o localizarle para invitarle al estreno.

Sigo en busca de emociones y por eso me quedan sólo dos días para marcharme a la Argentina. Yo no voy en una Norton del 39, pero espero que no se me descomponga ningún autobús.

Os echaré de menos.